Alemania busca explicaciones para su semana más sangrienta

Francisco Espiñeira Fandiño
FRANCISCO ESPIÑEiRA REDACCIÓN / LA VOZ

INTERNACIONAL

La semana sangrienta
La Voz

Cuatro ataques, doce muertos y sesenta heridos en siete días desatan la polémica sobre los refugiados

26 jul 2016 . Actualizado a las 08:52 h.

«Semana sangrienta en Alemania». Así abría ayer su edición digital el Bild, el periódico más vendido del país germano. Los números le dan la razón: cuatro ataques en siete días con un balance global de doce muertos -incluyendo al suicida de Múnich- y sesenta heridos. Y también la peor de las sensaciones posibles, la de la inseguridad general en la que cualquiera, de cualquier origen y con cualquier arma, puede cometer un acto violento de graves consecuencias.

La semana más sangrienta de Alemania desde la desaparición de la Baader Meinhof -una banda terrorista que cometió sus mayores tropelías en la década de los ochenta y a comienzos de los noventa- no tiene un patrón de actuación común. El calendario del odio arrancó el lunes 18 de julio, con un joven refugiado afgano (Riad Ahdmadzai, 17 años) atacando con un hacha a los ocupantes de un tren que circulaba por la ciudad de Wuzburg, en el estado de Baden. No causó muertos, pero sí graves heridas a esas cuatro personas y a otras tres que se encontró en el andén de la estación cuando intentaba huir.

Ese primer ataque encendió todas las alarmas. Europa venía de un durísimo año con atentados de gran envergadura en Bruselas, París y Niza. Y los alemanes temían que les llegara el turno. Los peores presagios se dispararon el viernes, con el tiroteo en el centro comercial Olimpia, de Múnich. Ali David Sonboly (17 añs), un alemán de origen iraní, se llevó por delante a nueve personas antes de volarse la cabeza. Los temores a un ataque yihadista se multiplicaron hasta que cinco horas después se supo que el homicida era un joven frustrado por el acoso escolar y víctima de un desequilibrio mental.

Sin acabar de reponerse de ese varapalo, los alemanes vivieron otro domingo de infausto recuerdo, también en la región de Baviera, una de las más conservadoras del país. A media tarde, un refugiado sirio (Fatih D., 21 años) a punto de ser deportado atacó con un machete a una mujer y la mató, además de herir a otros dos viandantes. Esa misma noche, otro refugiado de origen sirio (Mohamed D., 27 años) se inmoló dentro de un bar en la localidad bávara de Ansbach tras no poder acceder al interior de un cercano recinto en el que se celebraba un festival musical al que asistían más de 2.500 personas. Lo que pudo ser una grave tragedia se limitó a quince heridos, varios de ellos en situación crítica.

¿Por qué?, se preguntan los alemanes. Jens Hoffman, del Instituto de Psicología de Darmstadt, afirma que este aluvión de ataques no es casual. «Aunque uno de los sucesos (el de Múnich) no tenga relación directa con el Estado Islámico o los refugiados, todos ellos responden a un patrón común en el que el protagonista actúa en solitario y posee antecedentes por diferentes desequilibrios mentales. ¿Efecto mimético? Podría ser, claro», contaba en la prensa. Para combatir el miedo, Alemania ha ordenado incrementar la presencia policial en los espacios públicos y las fronteras. ¿Bastará para contener la herida?