Valls impone por decreto la reforma laboral a los socialistas rebeldes

Fernando Iturribarría PARÍS / COLPISA

INTERNACIONAL

ERIC FEFERBERG | Afp

La derecha presenta una moción de censura que necesita mayoría absoluta

11 may 2016 . Actualizado a las 05:00 h.

Manuel Valls impuso ayer la aprobación de la reforma laboral sin aval parlamentario para neutralizar la rebelión del sector crítico socialista contra el último gran proyecto legislativo de François Hollande a un año del fin de su mandato como presidente de Francia. Como ocurrió en el 2015 con la ley de la liberalización de la economía, el Ejecutivo recurrió al mecanismo constitucional que permite sacar adelante un texto sin votación de las cámaras siempre que no prospere una moción de censura que provocaría la dimisión del Gobierno. Presentada por la oposición de centroderecha, esa moción será debatida mañana, día en que hay convocada otra jornada de movilizaciones callejeras.

Las cuentas no le salían a Valls. Al menos 40 diputados rebeldes se negaban a aprobar la reforma laboral, combatida desde hace un par de meses en la calle por sindicatos, estudiantes e indignados de Noche en Pie. Otras fuentes elevaban el contingente díscolo a 50 o 60 escaños de los 286 inscritos en el grupo socialista. El jefe del Gobierno comprobó la persistencia del motín en una reunión convocada a la desesperada por la mañana con representantes de las distintas corrientes.

En vista del nulo éxito, Hollande celebró una reunión extraordinaria del Consejo de Ministros que a primera hora de la tarde autorizó a Valls el recurso al artículo 49.3 de la Constitución que en la práctica supone someterse a la confianza del Parlamento. «La reforma debe culminar, el país debe avanzar, el diálogo social y los derechos de los trabajadores deben progresar», argumentó en una sesión muy crispada.

La oposición de centroderecha replicó con una moción de censura que requiere el respaldo de la mayoría absoluta para prosperar. Sus portavoces denunciaron un «fiasco político» y el «último clavo en el ataúd» del mandato de Hollande. Tampoco se privaron de recordar las críticas del presidente en el 2006 cuando desde la oposición arremetía contra el 49.3 por ser «una negación de la democracia y una manera de impedir el debate parlamentario».

El grupo del Frente de Izquierda, formado por una quincena de comunistas y afines, anunció su intención de presentar una moción de censura firmada por diputados progresistas. En caso de no alcanzar el requisito mínimo de 58 signatarios, Jean-Luc Mélenchon, cofundador del Partido de Izquierda, llamó a censurar al Gobierno con la derecha como ya ocurrió el año pasado. La dirección socialista advirtió a los rebeldes que serían expulsados del partido si votan la censura.

«La movilización no se va a parar», advirtió el secretario general de Fuerza Obrera, Jean-Claude Mailly. «La utilización del 49.3 para adoptar una ley rechazada por más del 70 % de la población es una verdadera vergüenza», arremetió la central comunista CGT. Noche en Pie, que se manifestó ante la Asamblea protegida por un cordón policial, opinó que «esta negación de democracia es un insulto al pueblo».

Una venganza fría

El forzado puñetazo de Hollande y Valls en la coja mesa socialista es la consecuencia del motín del sector crítico contra una política reformista que juzga contraria a los principios de la izquierda. «Es una verdadera oposición constituida como nunca se ha producido en la V República porque se sitúa en el seno del partido del presidente», analizó en el diario Le Figaro el diputado socialista Gilles Savary quien apuntó que los rebeldes están «políticamente apoyados y alentados por personalidades de primer plano en el PS», transparente alusión a figuras como Martine Aubry o Anne Hidalgo.

«Hollande ha sido asediado y víctima de una venganza fría durante cinco años a causa de su victoria en las primarias», valoró.