Turquía sigue repeliendo a tiros a los sirios que huyen a través de su frontera

Laura Fernández Palomo AMÁN / CORRESPONSAL

INTERNACIONAL

MAHMOUD TAHA | Afp

El número creciente de casos alimenta las dudas sobre si Turquía es un país seguro

22 abr 2016 . Actualizado a las 09:02 h.

Un nuevo tiroteo de las autoridades turcas contra refugiados sirios en la frontera ocupaba este miércoles la portada del periódico británico The Times que aportaba la foto de un niño herido en brazos de su padre. Zaher y Mahmud, refugiados sirios residentes en Gaziantep, no se sorprenden. «No es la primera vez que ocurre», reconoce Zaher que conoce varios testigos de anteriores ataques. De hecho, Amnistía Internacional (AI) denunció el primer caso en el 2013. Tras el acuerdo entre Bruselas y Ankara encaminado a contener el flujo migratorio, Turquía no solo ha clausurado el paso sino que recurre tanto a las armas de fuego como a las devoluciones forzadas.

Según el rotativo británico, en este último suceso fallecieron ocho sirios, la mayoría mujeres y niños. En el primer incidente registrado en el 2013, AI documentó 17 víctimas mortales y 31 personas relataron haber sido golpeadas por las fuerzas turcas. El número total de afectados entre uno y otro suceso son incontables, pero desde finales del 2015 aumentan los relatos entre los residentes del sur de Turquía sobre los riesgos que corren al traspasar la frontera ilegalmente. «Desde que la cerraron, la gente busca rutas alternativas pero las fuerzas de seguridad turcas están reaccionando», explica Mahmud.

Desde febrero, los más de 900 kilómetros de delimitación que separan el sur turco con Siria están sellados. A principios de abril, Ankara completó 300 kilómetros de un muro de hormigón de dos metros de ancho y tres de alto que, ahora, intenta extender a lo largo de la frontera para evitar toda incursión. En los tramos más peligrosos tendrán zanjas, púas y cámaras de vigilancia de visión nocturna. Pero la violencia en la provincia siria de Alepo no cesa, y las decenas de miles de desplazados internos que se refugian cerca del límite, hasta 100.000 personas según diversos cálculos, se arriesgan a saltar hacia territorio turco. «Dejamos el campamento, y nos dirigimos hacia el norte a través de olivares en dirección a la frontera turca. Éramos unas 2.000 personas. Cuando nos acercamos al muro fronterizo vimos a soldados turcos en una colina detrás de la pared y comenzaron a dispararnos», relató a Human Rights Watch un desplazado que hace una semana escapaba de una ofensiva del Estado Islámico (EI) sobre el campo de Ikdah.

En teoría, Turquía solo abre los pasos fronterizos a los refugiados heridos que necesitan tratamiento de urgencia, pero según han declarado a La Voz testigos, acceden antes los combatientes que son atendidos en los hospitales de la localidad turca de Kilis, incluidos militantes del Frente al Nusra.

Los casos documentados por las organizaciones de derechos humanos han elevado las dudas sobre si Turquía es realmente un «tercer país seguro» para llevar a cabo las expulsiones de inmigrantes que establece el acuerdo con la Unión Europea. «La violencia en la frontera es una prueba terrible de lo malo que resulta el acuerdo [con Bruselas]», declara el investigador de HRW, Gerry Simpson.

La ayuda llega mientras fracasa el diálogo

Mientras el diálogo de paz se apaga en Ginebra, la ayuda humanitaria llegó por primera vez a Daraya, en el cinturón rural de Damasco, y Rastán, en la provincia de Homs, ambas cercadas por el Ejército. El mayor convoy humanitario jamás enviado desde el inicio de la guerra en Siria hace cinco años llegó ayer a lso 120.000 habitantes de Rastán, sitiados desde el 2012. Los 65 camiones fletados por Cruz Roja están cargados de alimentos, medicinas y material médico. Mientras, la ONU terminó la evacuación de 500 heridos, enfermos y sus familias en otras ciudades asediadas.