Indignación y vergüenza dentro y fuera de la UE por un acuerdo que la ONU ve ilegal

Cristina Porteiro
cristina porteiro BRUSELAS / CORRESPONSAL

INTERNACIONAL

09 mar 2016 . Actualizado a las 05:00 h.

«Vergüenza». Es el sentimiento más extendido dentro y fuera de la Unión. Los 28 líderes europeos están dispuestos a extender un cheque de 6.000 millones de euros a Turquía a cambio de que el país vecino se haga cargo de la crisis migratoria que la UE no ha sabido gestionar. Dinero y concesiones políticas de calado para conseguir devolver en masa a todas las personas que desembarquen en Grecia de forma irregular. Todas, sin distinción. Esa es la sustancia del acuerdo. «Estoy profundamente preocupado por si implica el retorno de cualquier migrante sin explicarle las garantías de protección que ofrece el Derecho Internacional», aseguró ayer en la Eurocámara el Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los refugiados, Filippo Grandi, quien considera que el plan urdido por Ankara no se ajusta a la legalidad. «Las expulsiones masivas están prohibidas», advirtió  a su vez el director de Acnur en Europa, Vincent Cochetel. 

La inquietud de la comunidad Internacional va más allá de la cuestión jurídica. Las críticas desbordan a la UE por abandonar sus principios por el camino. «Europa se encuentra ante su momento de la verdad para reafirmar los valores sobre los que se construyó», aseguró Grandi antes de pedir a los Estados mimebros que no sacrifiquen ese legado por desesperación: «Cerrar las puertas no es una solución. Solo aumentará el sufrimiento de personas que han sufrido lo inimaginable», indicó. 

Las organizaciones humanitarias también cargaron contra la actitud «miope» de la UE. Amnistía Internacional calificó de «burla» e «inhumano» el acuerdo y alertó de que esconde «defectos morales y legales». La oenegé contradice al presidente de la Comisión Europea, Jean Claude Juncker, y advierte de que Turquía no es un país que se pueda considerar seguro para los migrantes, una de las condiciones indispensables para poder devolverlos. Unicef lanzó su enésima llamada de atención a Europa para pedir que cumpla con la legalidad internacional y acoja a los refugiados que llegan a su territorio, el 40% de ellos niños.

Incredulidad y enfado

 La incredulidad y el enfado por la bochornosa imagen que ofrecieron los líderes europeos en la cumbre del lunes hicieron saltar chispas ayer en el Parlamento europeo. Solo la familia conservadora se mostró a favor del plan. El líder de los socialistas, Gianni Pittella, pidió a la UE cerrar un acuerdo basado en la cooperación y no en el «mercadeo de favores». El jefe de los liberales, Guy Verhofstad, instó a los líderes a «no vender nuestro alma al diablo». Desde la bancada de los Verdes, Philippe Lamberts, dio por perdida la dignidad de la UE tras extender un cheque en blanco: «Europa se ha humillado ante Erdogan».

La cuestión que ha levantado más ampollas ha sido la buena disposición mostrada por la UE para acelerar la liberalización de visados y la adhesión del país turco al club comunitario,  a pesar de la represión que ejerce su Gobierno contra minorías como la kurda y la flagrante deriva autoritaria de su líder, Erdogan. 

Por si el aluvión de reproches a la UE no fuese suficiente, dentro de ella hay voces que tampoco están conformes con los términos del acuerdo. Son los sospechosos habituales. Los países de Visegrado (Hungría, República Checa, Eslovaquia y Polonia). El primer ministro magiar, Viktor Orbán, lleva la batuta de los sublevados dejando claro antes y después de la reunión que no aceptará nuevas cuotas para reasentar a refugiados sirios procedentes de territorio turco y amenazando con vetar el plan en la próxima reunión del 17 y 18 de marzo.