La UE mira con vértigo hacia el Reino Unido

Cristina Porteiro
cristina porteiro BRUSELAS / CORRESPONSAL

INTERNACIONAL

HANNAH MCKAY | EFE

El triunfo del no en el referendo británico puede terminar de apuntillar el proyecto europeo

28 feb 2016 . Actualizado a las 05:00 h.

«Los referendos los carga el diablo», se oye en la sala de prensa de España del Consejo Europeo. Todavía está muy fresco en la memoria de todos el fracaso del plebiscito irlandés sobre el Tratado de Lisboa. El primer resultado arrojó un no y hubo que repetir la consulta para que se impusiera el sí. Franceses y holandeses ya se habían negado en el 2005 a ratificar la Constitución Europea en otro referendo similar. Grecia, Holanda, Hungría... Todos han lidiado o lidiarán con consultas este año, pero ninguno tan impredecible y peligroso como el británico ya que abre la puerta a otros órdagos nacionales, una vía que los socios quieren cerrar convirtiendo un eventual divorcio británico en irreversible.

¿Qué puede ocurrir si triunfa el no?

Europa no dará una segunda oportunidad a los británicos. Reino Unido tendrá dos años para negociar un nuevo estatus fuera del club. Francia y Bélgica se encargaron de dejar claro que la oferta de la UE se «autodestruirá» si sale el no. «No vamos a obtener un acuerdo mejor. Otros países de dentro o de fuera podrían querer lo mismo», asegura Charles Grant, del «think tank» británico CER. El primer ministro británico, David Cameron, se enfrentaría más pronto que tarde a otro referendo de independencia en Escocia, donde la mayoría del electorado es europeísta y no quieren abandonar el barco. 

La City podría amortiguar un eventual castigo de las urnas ya que el proceso de fusión entre la Bolsas londinense y la de Fránfort sigue su curso. Con todo, los expertos difieren del escenario que puede sobrevenir si finalmente sale adelante el brexit. El economista de la London School of Economics,  Paul de Grauwe, asegura que la salida de la isla «es lo mejor que le puede pasar a la UE» para desembarazarse de quienes ponen piedras en el camino hacia una mayor integración. La gran mayoría auguran, sin embargo, un horizonte sombrío.

¿Saldrá la UE perjudicada?

Sí. La UE perdería a su segunda potencia económica. Desde el punto de vista político, diría adiós a un socio irreemplazable para contrarrestar el poder de Alemania y Francia en la Unión. Ambos son países con escaso apetito reformista y más orientados hacia el proteccionismo y el intervencionismo. El experto en relaciones trasatlánticas, Tim Oliver, advierte de que el peor golpe lo encajará la reputación de la UE: «Los competidores globales podrían interpretar el Brexit como otro signo de división y debilidad europea».

¿Qué pierde el Reino Unido?

Beneficios e influencia. El cambio de estatus exigirá a Londres negociar una nueva relación con los 27. El acceso al mercado único, piedra angular de la economía británica, no le saldrá gratis. Previsiblemente, el Reino Unido se vería abocado a asumir obligaciones similares a las que ya tiene con la diferencia de que perdería influencia en la toma de decisiones. Desde el punto de vista económico también sería problemático. La mitad del comercio británico tiene como cliente la UE, un espacio sin barreras ni aranceles. Un alto porcentaje de la inversión extranjera directa viene de Europa y alrededor de 3 millones de empleos están vinculados de forma directa con las exportaciones a la Unión. No hay que olvidarse de los 1.8 millones de británicos que viven en algún país europeo amparados por las normas de igualdad de trato y no discriminación de la UE.

¿La oferta de la UE será suficiente para frenar a los euroescépticos?

Es una incógnita. Lo que está claro es que al Reino Unido se le puso sobre la mesa «todo lo que se podía ofrecer dentro de los Tratados», aseguran fuentes de la negociación. Un «freno de emergencia» a la inmigración durante un máximo de siete años les permitiría congelar los complementos a las rentas más bajas de trabajadores europeos. El ajuste de los beneficios percibidos por trabajadores extranjeros con niños al nivel de vida del país donde residen les reportará un ahorro cercano a los 40 millones de euros y, aunque no han recuperado competencias de Bruselas, sí podrán influenciar de algún modo en la toma de decisiones en la eurozona a condición de que logren articular mayorías cualificadas.