«La crisis en que estamos nos puede convertir en una sociedad caníbal»

INTERNACIONAL

J. Á. Fariñas

El novelista y columnista Alberto Barrera, dice que «el gran desafío para Venezuela es cómo hacer volver a los militares a los cuarteles»

31 ene 2016 . Actualizado a las 05:00 h.

Alberto José Barrera Tyszka, narrador, poeta, periodista y guionista de telenovelas, ganó el pasado septiembre el premio Tusquets de novela con Patria o muerte, que es la versión novelada de la dramática situación en la que vive el país, especialmente desde la muerte de Chávez. Es un profundo conocedor de la realidad del chavismo. Con Cristina Marcano, su esposa, publicó ya en el año 2004 Chávez sin uniforme, la biografía de referencia sobre el personaje que ha marcado los destinos de Venezuela desde hace casi dos décadas.

-El pasado 6 de diciembre el Chavismo sufrió la primera gran derrota de su historia en las urnas. ¿Cuál cree que es el alcance real del cambio derivado de ese sorprendente resultado?

-No lo tengo claro. Estoy preocupado en la medida en que el Gobierno no acepta los resultados. Después de lo que decidió el Tribunal Supremo, creo que vamos a estar en una pelea constante sobre la legitimidad de los poderes. Eso nos mete en un año que va a ser muy difícil políticamente porque no hay quien decida cuál de los dos es más legítimo. Las perspectivas son terribles estamos ante un año económicamente pésimo y políticamente muy conflictivo. El triunfo de la oposición con una mayoría cualificada representa un gran peligro para el Gobierno y de ahí vienen todas estas jugadas.

-¿El 6-D se acabó el hechizo chavista o pasó algo más?

-La variable de la crisis económica es muy importante. El hechizo funciona con un Estado regalando dinero. Creo que hay que ponderar muy bien esos resultados. El crecimiento real de la oposición fue de 400.000 votos, con respecto al 2013. Dejaron de votar por el chavismo o votaron de otra manera dos millones y medio de personas. La oposición mantiene la tendencia de crecimiento pero que es un crecimiento lento. El chavismo todavía conserva cuatro millones de votantes. Esto no permite pensar que esté derrotado. Tenemos un Estado que está dedicado al culto a la personalidad de Chávez. Si uno pone la radio persiste la hegemonía comunicacional. El hechizo no se ha perdido del todo.

-¿Se puede decir entonces que perdió el madurismo y no el chavismo?

-A Maduro le tocó una tarea muy ingrata. No fue elegido pensando en el país si no en garantizar la posteridad de Chávez. Lleva casi tres años en el gobierno y no ha conseguido ocupar la residencia presidencial que sigue en poder de las hijas de Chávez. Los herederos de Chávez pueden sacrificar a Maduro cuando quieran, en aras de la continuidad del proyecto chavista. No obstante Maduro poco a poco se ha ido deshaciendo de los enemigos internos. Ramírez ya está fuera de juego y Diosdado va por el mismo camino.

-En estos 17 años no se puede decir que los militares hayan sido precisamente neutrales. ¿A qué juegan en estos momentos?

-Esa es la pregunta que nos hacemos muchos venezolanos. Es algo muy difícil de descifrar. Arranca del proyecto militar de Chávez. El gran desafío para Venezuela es cómo hacer volver a los militares a los cuarteles. Actualmente están en la política, están en los negocios, están en los bancos. La mitad de los gobernadores son militares o ex militares.

-Si la oposición y el Gobierno se mantienen en sus trece, ¿son los militares los únicos que están en condiciones de evitar el choque de trenes?

-Es muy difícil confiar en los militares. No se puede olvidar que el discurso del Gobierno habla de una revolución cívico-militar. Las fuerzas armadas se declaran chavistas. El ejército hace tiempo que dejó de ser imparcial en esta sociedad. Ese posible choque de trenes no tiene árbitro.

-¿Ha cambio algo Maduro desde el 6-D hasta la fecha?

-Nada. A pesar de que dijo que iba a respetar los resultados, lo que está haciendo es lo que dijo que iba a hacer la oposición si perdía. Lo único que ha hecho hasta ahora ha sido descalificar.

-¿Le da alguna credibilidad a la teoría de que a los narcosobrinos los vendió Diosdado para forzar la salida de Maduro?

-No sé, para mí todo eso entra dentro del terreno de la especulación. Habría que ver. La falta de transparencia, de auditorías, hace que el mundo de la rumorología alcance en Venezuela unas dimensiones impresionantes.

-¿Cuánto tiempo cree que va aguantar unida la oposición?

-Esa es una de las grandes incógnitas en un año donde va a haber otra vez elecciones a gobernadores y en cualquier momento empieza también la carrera presidencial.

-¿Cuál considera que es el más grave de los problemas actuales de Venezuela?

-Sin duda el económico, que tiene mucho que ver con todos los demás. Chávez resucitó el sueño de que somos un país rico en el que no hay que trabajar sino repartir con justicia. Así lo metió en la dinámica del no trabajo y del vivir del Estado. En este contexto la caída de los precios del petróleo en un país con un tanto por ciento tan elevado de armas ilegales, con una impunidad absoluta, acostumbrado a la violencia que ha sido distribuida y legitimada desde la retórica oficial, nos ha sumido en una crisis brutal que nos puede convertir en una sociedad caníbal.

-¿No es la inseguridad la espina dorsal de todos los demás problemas de Venezuela?

-Puede ser. Esta es una sociedad que perdió las formas. Eso se expresa desde la inseguridad jurídica hasta en el tráfico. En estos 17 años se ha producido un deterioro de algo que no parecía importante y que ahora resulta crucial: las formas en todos sus sentidos.

-¿Cómo se ve lo de España desde Venezuela?

-No se pueden censurar las ansias genuinas de la gente de querer cambiar. En España había un bipartidismo que parece que ahora ha fracasado. El gran problema es lo que se puede colar en medio de ese legítimo afán de cambio. Me parece que Podemos no viene de las luchas sindicales, nace de la televisión y eso es muy español. Son muy hábiles en eso. Por ello lo que son unas ansias genuinas y legitimas de cambio puede terminar en un desastre. Parafraseando a Goya, lo sueños de la pobreza también producen monstruos.

-Usted ha diseccionado a fondo el fenómeno chavista en libros y artículos de prensa desde hace más de una década. Desde el chavismo no se puede calificar de dictadura estrictu senso. Tampoco de democracia. ¿Cómo lo definiría?

-Necesitamos un nuevo lenguaje para definir esto. Un régimen como el venezolano si es autoritario y de fuerza, controlado por un partido, no es la democracia en el sentido clásico del término.

-En su última novela aborda la cruda realidad de la actual sociedad venezolana. En ella, cualquier coincidencia entre las historias de sus personajes y lo que está pasando en el país, no es mera casualidad. Pero, ¿qué fue antes, el huevo o la gallina, la realidad de Venezuela generó el chavismo o a la inversa?

-Son vasos comunicantes. Yo creo que Chávez es como un síntoma de la sociedad y de unas élites que no han sabido leer lo que estaba pasando antes del 98. Pero también hay una gran tradición de caudillismo y militarismo que encarna Chávez quien, por otra parte, es una especie de ideal, es el hombre al que le pagan por hablar. Es el ideal de un país que piensa que puede vivir del Estado desde que nace hasta que muere. Él como ahora Maduro hablan de los fondos públicos como si fuesen personales. Todo ello es parte de nuestra historia y de nuestra identidad. Venezuela es y no es al mismo tiempo un país latinoamericano. La condición petrolera nos hace muy diferentes en muchos aspectos. En ningún otro país el hecho de tener un primo en el Gobierno hace posible acumular legítimamente una fortuna de cuarenta millones de dólares en un par de años.

-Hace 12 años que vio la luz Chávez sin uniforme, un libro que se convirtió en pieza clave para entender el fenómeno chavista. ¿Qué le quitaría o que le añadiría hoy a ese libro?

-Quitarle, nada. Ponerle a un libro que se cerró en el 2004, muchas cosas. Quizá entonces vimos con cierta candidez el mundo militar del que hoy tenemos más datos. También habría que revisar un poco la relación de Chávez con la izquierda, así como la relación con Fidel y la revolución cubana.

-Le sorprendió la evolución posterior del personaje?

-A partir de entonces se internacionalizó mucho más. Nosotros en ese entonces hemos podido entrevistar a su madre, algo que hoy sería imposible, también hemos podido hablar tranquilamente con alguno de sus viceministros, algo que hoy sería imposible. Después del 2004 Chávez comenzó a tomarse más en serio a sí mismo y a convertirse más en mito. Luego con la llegada de la enfermedad pasó a la sacralización absoluta. Queda la impresión de que improvisaba mucho, pero en realidad era un gran calculador.

-¿En que nuevos proyectos literarios está trabajando?

-Estoy empezando a pensar en una novela que me gustaría que fuese más íntima y más ensimismada y a partir de una mujer, para salirme un poco de la historia y del contexto nacional.