El EI borra los restos cristianos del área iraquí del califato

La Voz JERUSALÉN / COLPISA

INTERNACIONAL

Imágenes de satélite descubren la voladura del monasterio más antiguo del país

21 ene 2016 . Actualizado a las 05:00 h.

El califato es un enorme agujero negro informativo en el que solo las imágenes vía satélite obtenidas por la agencia AP han permitido constatar la destrucción total del monasterio de San Elías, a las afueras de Mosul. El edificio fue levantado entre los años 582 y 590 y había resistido a persas, otomanos y a los estadounidenses, que lo usaron como base durante la invasión del 2003, pero no ha soportado al grupo yihadista Estado Islámico (EI).

A diferencia de otros templos y museos arrasados, en el caso de San Elías los yihadistas no han aprovechado hasta el momento para hacer publicidad de una voladura que, según expertos consultados por la agencia estadounidense, se produjo entre agosto y septiembre del 2014, apenas dos meses después de la conquista de Mosul por el EI.

«No puedo describir mi tristeza. La historia de los cristianos en Mosul está siendo bárbaramente arrasada. Creemos que es un intento de expulsarnos de Irak, eliminando y liquidando nuestra existencia en esta tierra», declaró el padre Paul Thabit Habib desde Erbil, capital del Kurdistán, último lugar seguro del país para las minorías religiosas. El éxodo de la comunidad cristiana de Irak comenzó en el 2003 tras la caída de Sadam Huseín y han pasado de 1.200.000 personas a no más de 300.000. La región autónoma del Kurdistán es la salida temporal que elige la mayoría, pero Europa y Estados Unidos son los destinos soñados. Bagdad, Basora y Mosul son las plazas históricas con presencia cristiana -originalmente asirios y caldeos, que siguen rezando en arameo, la lengua de Jesús- desde la época preislámica, pero el califato los ha expulsado de esta última ciudad y están perseguidos en toda el área que controlan los yihadistas.

Limpieza cultural

El EI acelera la limpieza cultural en el califato, una de las políticas más firmes de los hombres del califa junto a la limpieza sectaria. El monasterio de San Elías, el más antiguo de Irak, se suma junto a Hatra, capital del reino de los partos con 2.000 años de historia, y Nimrud, joya del imperio asirio fundada en el siglo XIII antes de nuestra era a orillas del Tigris y que formaba parte del catálogo que maneja la Unesco como candidata a la lista de lugares protegidos, a la lista de lugares históricos arrasados en la provincia de Nínive, donde durante siglos han convivido distintas confesiones.

Los hombres del califa justifican todas sus acciones con su interpretación ultraortodoxa del islam, en la misma línea que los talibanes en Afganistán. Los yihadistas arrasan el patrimonio cultural iraquí y sirio, como los talibanes arrasaron el afgano, por considerar que estos lugares son símbolos de la apostasía.

Dos iraquíes, identificados entre los nueve terroristas de París

Con una foto de París de fondo y con el título «Justo el terror», el Estado Islámico (EI) ensalza en el último número de su revista propagandística Dabiq a los nueve terroristas de los atentados del 13N que dejaron 130 muertos.

Artículo de la revista «Dabiq», el órgano de propaganda del EI
Artículo de la revista «Dabiq», el órgano de propaganda del EI

De paso da la identidad de los dos que la policía francesa aún no había logrado identificar. Sus nombres de guerra van acompañados de los alias que hacen referencia a su origen: Al Belgiki (el belga) o Al Faransi (el francés). Dos de ellos son Ukashah al Iraqi y Alí al Iraqi (el iraquí).

Son los dos terroristas que habrían entrado por Grecia en medio de los refugiados con pasaportes sirios falsos y sobre los que la policía francesa había pedido la colaboración ciudadana para su identificación. Pertenecen al comando de tres kamikazes que atacó el Estadio de Francia, en Saint Denis, provocando una víctima mortal.

La familia de Hasna Aitboulahcen, la mujer fallecida en el asalto al piso de Saint Denis donde se escondía el cerebro, Abdelhamid Abaud, ha presentado una denuncia para que se la reconozca como víctima del terrorismo, al considerar que, una vez establecido que no murió al activar un chaleco explosivo, es «víctima» y no «cómplice».