El Reino Unido, dividido por la mitad sobre si quedarse o marcharse de la UE

íñigo gurruchaga LONDRES / COLPISA

INTERNACIONAL

YVES HERMAN | REUTERS

Cameron avanza con la vista puesta en un referendo durante el próximo verano

27 dic 2015 . Actualizado a las 05:00 h.

El jueves 17, manifestantes contra el aumento de inmigrantes en Friburgo gritaron a la Policía alemana: «Disparadnos, disparadnos, ya habéis destruido el futuro de nuestros hijos». Según la prensa, entre cinco y seis mil nuevos solicitantes de asilo llegaban cada día, esa semana, a las costas de Grecia. La descomposición de Ucrania, invadida por Rusia, parecía avanzar. Había otros asuntos enrevesados en la agenda de los jefes de Gobierno y de Estado reunidos en el Consejo Europeo, pero en lugar de dedicarles tiempo hicieron algo inédito: dar 45 minutos a uno de ellos para que hablase durante la cena.

Cameron es un buen orador. Su educación en Eton y en Oxford le equipó para la construcción de argumentos y su presentación pública. Pero, aunque fuese bien acogido su discurso sobre la necesidad de que los miembros del consejo consideren sus demandas para que él lidere una campaña en favor de la permanencia de Reino Unido en la UE, el momento elegido era horroroso.

No se han publicado las palabras del líder británico en la cena aunque, según los medios, su petición de fijar un plazo de cuatro años antes de que los ciudadanos de la UE que se establecen en Reino Unido puedan solicitar algunos subsidios levanta ampollas. Bélgica, Portugal y Grecia se habrían unido en un intento para eliminarla ya de la discusión. Otras demandas de Cameron, salvo la de fomentar la competitividad de la economía europea, plantean sus propios retos. ¿Estructurar la toma de decisiones de la UE para que no se discrimine a los países que no han adoptado el euro obliga a cambiar el Tratado de Lisboa, que dice que la moneda de la UE es el euro? ¿Qué sentido tiene dar a parlamentos nacionales poder para detener iniciativas legislativas de Bruselas? ¿Para que se rebelen contra sus propios gobiernos? Pero la creación en Reino Unido de un período interino de desigualdad entre ciudadanos europeos para el acceso a servicios públicos pone en peligro el principio fundacional de libre movimiento de personas. ¿Por qué además cuatro años?

Inmigración y servicios sociales

Cuando el eurodiputado alemán de origen escocés, David McAllister, se reunió hace días con miembros de la Asociación de Periodistas Europeos en Londres, dijo que una pregunta recurrente sobre la demanda británica era esa: ¿por qué cuatro años? Un veterano de la prensa británica le respondió: «Porque, desde el referendo en 2016 hasta las próximas elecciones, pasarían cuatro años».

Economistas respetados consideran que el balance neto de ingresos y gastos fiscales de la inmigración es beneficioso para la Hacienda británica. El argumento de Cameron se basa, sin embargo, en el número de personas de otros países de la UE que acuden a un Reino Unido con menos del 6 % de desempleo. Y sobre «la presión». La presión sobre servicios sociales, el sentimiento de que demasiados inmigrantes han llegado demasiado rápido.

La diputada laborista Emma Reynolds afirmaba, en un debate reciente convocado por gente que defiende la permanencia, que se debe evitar que la campaña gire en torno a la inmigración, porque entonces se correría el peligro de una victoria de los partidarios de la marcha. Los sondeos dicen que la opinión está dividida más o menos por la mitad y que quienes declaran su disposición a votar en favor de irse de la UE podrían cambiar de opinión en porcentaje notablemente más alto que los convencidos sobre la permanencia. Hay ahora debates con escasa pero ilustre asistencia y el ruido ambiental sobre Europa en informativos y redes. Marcharse parece más alegre y confiado, más «sexy» que la promesa de reformar Bruselas.

Jean-Claude Juncker, presidente de la Comisión, habría dicho a los miembros del Consejo que ya tiene propuestas que podrán resolver los dilemas británico-europeos. El destino es la reunión del Consejo en febrero. Si entonces se llega a un acuerdo, Cameron tendrá lo que quiere: el referendo este verano. La sociedad ya lo ha asumido y los partidarios del sí y el no ya están a la greña.