Ocho cosas por las que nunca olvidaremos a Angela Merkel

INTERNACIONAL

HANNIBAL HANSCHKE | Reuters

La canciller alemana cumple diez años en el poder, una década que será recordada por su austera mano de hierro y por otros capítulos políticamente incorrectos

17 sep 2015 . Actualizado a las 20:17 h.

La más poderosa, la mano de hierro que mece la cuna europea, la frialdad... Angela Merkel se ha convertido en la lideresa del Viejo Continente. Su talante y su atípica gobernanza han convertido a la canciller en uno de los personajes más recordados entre todos los ciudadanos. La jefa del gobierno teutón cumplirá este viernes una década en el poder. Diez años en los que algunos capítulos de su mandato quedarán escritos en los libros.

1. Aprendimos lo que es austeridad. Y tanto que lo aprendimos. Se nos quedó grabado a fuego. Merkel alzó la mano y decretó austeridad para todos. Y Europa pasó por el aro. Desde que la canciller se sentó en la poltrona del poder alemán, el Viejo Continente no ha conocido otra política que la de mantener cerrado el bolsillo. Todos los problemas tenían la misma solución: la contención de gasto. Y el resto, simplemente no existían. Mientras países como España, Grecia o Portugal luchaban contra los fantasmas dejados tras el derroche de la época de vacas gordas, Merkel sacaba la vara acuciando algunos obstáculos con un único alegato: guardar hoy, para tener mañana.

BJORN SIGURDSON | Afp

2. El escote que nos descolocó. Cuando Merkel saca pecho a los europeos se nos corta el aire. Así fue al menos en el 2008, cuando una imagen suya en la ópera alimento como si de un monstruo se tratara a la prensa sensacionalista alemana. No acostumbraba a protagonizar portadas de este tipo de publicaciones, pero aquel día se ganó un lugar privilegiado. La elección de un atuendo nunca dio tanto de que hablar. El vestido de noche negro y azul marino que portó Merkel dejaba al descubierto parte de su pecho, lo que se convirtió en el objetivo más goloso para los fotógrafos que allí se encontraban.

Álvaro Ballesteros

3. Una peregrina de renombre. Menos descocada se plantó la canciller en nuestra tierra, Galicia, para disfrutar de un tramo del histórico Camino de Santiago. Acompañada por la verborrea de Mariano Rajoy, Merkel recorrió seis kilómetros de la ruta jacobea para charlar sobre lo divino y lo humano -siempre ayudados por dos intérpretes- que asediaba a la Unión Europea, siempre en jaque en los tiempos que corren.

4. Una mano, ¿de carne y hueso? Cada vez que Angela Merkel decide aplicar una de sus recetas, la Europa del sur tiembla. Desde que se destapó la caja de los truenos, la canciller ha asumido a la perfección su rol. Mano férrea y semblante serio para exigir a los suyos lo que ella cree que es recomendable. El último ejemplo es claro: quien no acoja a refugiados será castigado con una merma de los recursos económicos que salen de la hucha de la Unión Europea. Y ya se sabe, con el dinero no se juega.

5. Un témpano. De nada sirvieron las imágenes de los desesperados griegos o de los desahucios españoles. Merkel se ha preocupado mucho de llevar la política económica hasta el último término, y poco -al menos aparentemente- le afectan las imágenes de la vergüenza europea. Ella es fría, ella está por encima de todo eso. Porque el bien común es más importante. Muchos han llegado a citar alguna de las frases que más se le conocen a Maquiavelo.

6. El terror de los niños. Seamos francos, Merkel no goza precisamente de una imagen maternal. Y su último capítulo con una niña palestina no hace si no afianzar esta idea. La teutona no promete lo que no puede cumplir, aunque con ello haga llegar hasta el desconsolado llanto a una inocente muchacha. Esta adolescente se venía abajo cuando la gobernadora le explicaba que Alemania tendría que expulsar finalmente a los refugiados que, como ella, buscaban un futuro mejor alejados de las miserias de sus arrasadas tierras.

MICHAEL KAPPELER / POOL

7. La nueva Julie Andrews. Grabado en nuestras retinas quedará la peculiar estampa que Obama y Merkel dejaron tras la reunión del G-7 celebrada en el castillo alemán de Elmau. Poco se habló del acuerdo firmado, con el que pretendían reducir emisiones para controlar los efectos del calentamiento global. De eso no se acordará nadie. Sin embargo, una inocente instantánea quedará para la historia. Como si hubiera sido sacada de Sonrisas y lágrimas, la fotografía de los dos, fue pasto de toda clase de bromas en las redes sociales.

8. Una vida privada que da pie a toda clase de teorías. Ha guardado con mucho cuidado todos los detalles de su vida privada. Pocos saben que su apellido, Merkel, le viene de su primer marido (del que ya está divorciada) o que esperó a casarse con el segundo (y actual) porque pensaba que el matrimonio iba a ser suficiente pretexto para que la tacharan de oportunista. Los pocos detalles que se conocen de la vida de la canciller de Europa son guardados como tesoros, puesto que pocos son los detalles que de ella se conocen. Y esta circunstancia ha avivado toda clase de excéntricas teorías, como por ejemplo, que su padre, en realidad, es Hitler.