Merkel da un viraje en la política de asilo presionada por sus socios bávaros

Patricia baelo BERLÍN / E. LA VOZ

INTERNACIONAL

FABRIZIO BENSCH | Reuters

A nadie le cabe duda ya de que este viraje en la política de asilo de la canciller se debe más bien a la presión política que a razones de seguridad o al innegable desbordamiento de los centros de asilo

15 sep 2015 . Actualizado a las 05:00 h.

No hace ni un mes que el Gobierno de Angela Merkel se atrevía a cifrar los refugiados que pisarían suelo alemán en el 2015, y ya se ha corregido. «Mucho apunta a que este año no recibiremos a unas 800.000 personas, como pronosticó el Ministerio del Interior, sino a un millón», aseguraba ayer el vicecanciller Sigmar Gabriel a través de una carta que envió a sus socios de Gobierno.

Precisamente la misma cifra que, según declaró el propio Gabriel la semana pasada a la cadena pública ZDF, sobrepasaría la capacidad de la primera potencia europea. ¿Será una casualidad?

Más bien parece que no, sobre todo después de que el domingo el Ejecutivo alemán decidiera restablecer los controles fronterizos con Austria. «No es un cierre de fronteras, solo controles» insistía ayer Interior. Sin embargo, la policía de Baviera (adonde llegan la mayor parte de los refugiados) desveló que entre sus funciones se encuentra también la de limitar el flujo de migrantes.

El ministro del Interior, Thomas de Maizière, habló el domingo de una medida «necesaria» por razones de seguridad. Pero la realidad es bien distinta; desde que Merkel abriera la frontera a miles de refugiados que se agolpaban en Hungría, no ha dejado de ser criticada por los cristianos bávaros de la CSU, el ala más conservadora del Gobierno alemán, que incluso la tachó de «decisión errónea».

A nadie le cabe duda ya de que este viraje en la política de asilo de Angela Merkel, que ha pasado de ser la madre Teresa que recibe a los refugiados con los brazos abiertos a la dama de hierro a la que nos tiene más acostumbrados, se debe más bien a la presión política que a razones de seguridad o al innegable desbordamiento de los centros de asilo.

La nueva medida, que supone la suspensión inmediata del tratado de Schengen para la libre circulación de personas en Europa, ha provocado un aluvión de críticas en Alemania tanto por parte de los correligionarios de la canciller como por la prensa. «Terminó el cuento de hadas»; así lo resumía Der Spiegel.A 

Por si fuera poco, el presidente del Parlamento Europeo, Martin Schulz, confirmaba que el restablecimiento de controles fronterizos no fue más que una estrategia política para ejercer más presión sobre los países del Este, de cara a la cumbre de ministros de Interior en Bruselas. De ser así, la maniobra parece haber provocado más bien todo lo contrario: un efecto dominó. Entretanto, los controles policiales en Múnich continúan, y la enorme afluencia de refugiados obstaculiza el tráfico entre la capital bávara y otras partes del país.