«Iremos a Alemania incluso a pie»

R. P. LA VOZ

INTERNACIONAL

BERNADETT SZABO | Reuters

Hungría castiga con tres años de prisión cruzar la frontera, mientras un millar de refugiados inician andando el viaje a Austria y otros huyen de los campamentos

05 sep 2015 . Actualizado a las 01:05 h.

«¡Vengan con nosotros! Sus hijos se lo agradecerán», clama en árabe a través de un megáfono uno de lo acampados desde hace tres días en la estación de trenes de Keleti, en el centro de Budapest. Diez jóvenes que le rodean repiten una y otra vez: «Levántense, levántense. ¡Iremos a Alemania incluso a pie!». Un millar de los aproximadamente 3.000 mujeres, hombres y niños atrapados en la capital húngara siguieron su llamamiento y se pusieron andar en dirección a la frontera con Austria, a 160 kilómetros de distancia. «Si vamos en pequeños grupos la policía nos detiene, pero juntos somos fuertes», dijo a la agencia DPA un joven de la castigada ciudad siria de Alepo. Algunas madres con niños pequeños pidieron a los jóvenes que les ayuden a llevarlos. Anoche, sorpresivamente Hungría anunció que ofrecerá a los cientos de refugiados que se encuentran en la estación de Budapest y otros tantos que marchan por la autopista M-1 trasladarlos hasta la frontera con Austria, informa Efe.

Penas de prisión

A partir del día 15, cruzar las fronteras húngaras ilegalmente estará penado con tres años de cárcel, incrementados a cinco si la persona está armada o daña la alambrada que se acabo de levantar en el límite con Serbia. La medida se incluye en el paquete para endurecer la legislación antiinmigración propuesta por el Gobierno del conservador Víktor Orbán, que aprobó ayer el Parlamento.

La nueva legislación, que fue adoptada de forma urgente con una mayoría de 140 votos contra 33, abre la puerta a desplegar el Ejército en las fronteras y proclama el «estado de crisis» -previó al «estado de emergencia»-.

Si la desesperación hizo que los refugiados de Budapest decidieran ir a pie hasta Austria, unos cientos han optado por seguir atrincherados en un tren en la estación de Bicske, a 37 kilómetros de Budapest, tras negarse a ser trasladados a un centro de refugiados el jueves. De los 500 iniciales, unos 300 refugiados escaparon ayer del tren, mientras unos 80 decidieron ceder y permitir que la policía los llevara en autobuses al campamento de acogida de esa localidad magiar.

Las autoridades húngaras también dieron el alto el jueves a un segundo tren procedente de Budapest que se dirigía a Györ, otro punto cercano a la frontera austríaca. En él viajaban 120 personas, que fueron trasladadas a centros de refugiados. Según la policía, 83 de ellos permitieron que les registrasen de inmediato, y el resto lo hizo durante la noche, tras horas de protestas.

En la frontera de Hungría con Serbia, unos 300 refugiados escaparon del centro de primera acogida de Röszke. Al parecer, dieron un ultimátum de dos horas a la policía para que cumplieran con sus peticiones o de lo contrario instarían a más refugiados a abandonar el lugar. Muchos de los refugiados caminaban ayer en dirección a Budapest.

La pesadilla populista de la Unión Europea

El populista Víktor Orbán lleva años siendo la pesadilla de la Unión Europea. Este nacionalista, xenófobo y euroescéptico es un provocador que alardea de sus exabruptos. Si el jueves dijo ante la cúpula de Bruselas que la crisis de refugiados es un «problema alemán» y recomendó a los sirios que se quedasen en Turquía porque es «un país seguro», ayer aseguró que si la UE no protege sus fronteras «los europeos podríamos acabar siendo minoría en nuestro propio continente».

«Ahora hablamos de cientos de miles pero el año que viene hablaremos sobre millones y esto no tiene fin», declaró a la radio pública. También volvió a dejar claro que no dará asilo a migrantes musulmanes. Sus críticos, entre ellos el Parlamento Europeo, acusan a Orbán de tratar de «criminalizar» a los migrantes. En junio llenó las calles de Budapest de carteles con lemas como: «Si viene a Hungría, no puede robarles el trabajo a los húngaros» o «Debes respetar nuestra cultura».

Imbuido de valores nacionalistas, tradicionalistas y cristianos, ha afianzado su poder con reformas legales y con una nueva Constitución que refuerza las atribuciones del Ejecutivo, y que para los grupos de derechos humanos solo busca amordazar a la prensa y limitar la acción de la Justicia. La UE también ve con recelo su acercamiento a Rusia y haberse mostrado complaciente con la ultraderecha, que avanza de la mano del partido Jobbik. Antes de la crisis de refugiados, su último enfrentamiento con la UE fue en junio, cuando propuso abrir el debate sobre la implantación de la pena de muerte, lo que para la Comisión Europea hubiera sido una razón para expulsar al país magiar de la Unión