«Vivimos como animales»

leticia álvarez CALAIS / E. LA VOZ

INTERNACIONAL

Los miles de emigrantes hacinados en Calais no pueden rendirse: o luchan o mueren

02 ago 2015 . Actualizado a las 08:38 h.

«Los que estamos en la jungla teníamos dos opciones antes de llegar aquí: morir o luchar». La etíope Lamma Salaman atravesó el Nilo a su paso por Sudán, cruzó el desierto libio, casi pierde la vida en una barcaza en el Mediterráneo para terminar atrapado en Francia. Kalif, médico sudanés detenido y apaleado en su país, llegó con su hermano a la jungla, como se llama el campamento, e intenta cruzar el Eurotúnel cada día. No se rinde. Fátima, estudiante de Matemáticas embarazada de seis meses, huyó de la guerra siria con su marido que sí logró pasar hace tres semanas el canal de la Mancha.

Entre bolsas de basura, restos de comida y botellas de plástico, refugiados y migrantes malviven a la espera de cumplir su sueño: llegar al Reino Unido cruzando el Eurotúnel escondidos en los trenes, debajo de camiones o en los ferris que atracan en el puerto de Calais. Son solo 35 minutos que los separan de su destino. «¿Qué por qué Inglaterra?», se pregunta Kalif. «Hablo inglés perfectamente y allí hay más trabajo que en Francia». Acaba de llegar al campamento pero cada tarde recorre el mismo camino. «Algún día lo conseguiré».

Hacinados en tiendas de campaña construidas con plásticos y maderas cerca de 3.000 personas sobreviven gracias a las ayudas que reciben de las oenegés a la espera de la menor oportunidad. Los más veteranos llevan así seis meses. Algunos como Sikander Noristany, dueño del «restaurante» afgano de la jungla, han pasado por el hospital. «La policía estiró de mí mientras intentaba subir al tren», explica. Vivió en Noruega 13 años pero nunca consiguió los papeles y un primo suyo lo animó a probar suerte en Inglaterra, pero ha perdido la esperanza. «Vivimos como animales pero tengo el restaurante más caro de la urbanización. Una ración de pollo 2,50 euros», bromea.

Detrás de cada huella que registran las autoridades francesas hay una historia distinta de superación y supervivencia. A pesar de las pésimas condiciones también hay un espacio para la normalidad. La jungla tiene bares, una iglesia, escuela y hasta un pequeño altavoz que sirve de discoteca y ameniza las tardes de los que se agolpan al lado del generador para cargar sus móviles. «Intento llamar a mi familia, quiero que sepan que sigo vivo», relata un joven de Etiopía.

La crisis migratoria en Calais no es nueva. Ha vuelto a las portadas porque las avalanchas de la última semana han levantado las alarmas de París y Londres, pero el problema lleva años incustrado en la región. En 1999 empezaron las tensiones entre Francia y el Reino Unido cuando se abrió el campo de refugiados de Sangatte. El propio Nicolas Sarkozy cerró las instalaciones en 2001 cuando era ministro del Interior bajo la presión del Gobierno de Blair. Un aforo para 1.600 personas que permanece cerrado y cuya clausura, lejos de solucionar nada, desembocó en la jungla, lo empeoró todo.

En un intento de controlar la llegada de refugiados el alcalde de Calais ha abierto las puertas de las instalaciones del centro de ocio Jules Ferry. Tan solo tiene capacidad para 100 personas. El edificio está ocupado por mujeres y niños. Las plazas son insuficientes y muchas embarazadas viven a las puertas del campamento. Es el caso de Fátima, una joven eritrea de 16 años. Sigue nuestros pasos intentando pasar desapercibida. «No es un lugar seguro para las mujeres, la mayoría están con sus hijos en el centro», nos acompaña en el recorrido. «Cuando llega la noche las mujeres no están seguras aquí. Los hombres beben alcohol, intentan forzarlas», explica Lamma, que hace las funciones de sacerdote en la pequeña iglesia católica.

Muchos vecinos de la zona, además de las oenegés, intentan ayudar en la medida de lo posible. Es el caso de Silvie, que ha montado con un grupo de sudaneses una escuela donde todos los días da clase de francés. «Decidí venir porque no podía soportar ver lo que estaban sufriendo. Necesitan ayuda. Además ya lo puedes ver. Mira como te reciben». Uno de los jóvenes la espera estudiando dentro de escuela improvisada donde el calor es casi insoportable. No importa. «Estudiamos francés, nosotros no queremos ir a Londres». Lo intentaron el primer mes pero al ver que era casi imposible esperan ahora una oportunidad en Francia.

La principal preocupación

La inmigración es la mayor preocupación de los europeos, por delante de las cuestiones económicas, según el barómetro de julio de la Comisión Europea. En noviembre, la situación económica, el empleo y el déficit eran las tres mayores preocupaciones y la inmigración figuraba en cuarto lugar. Desde entonces, la inmigración se ha convertido en la mayor preocupación con un 38%, por delante de la situación económica (27%), el desempleo (24%) y las finanzas públicas (23%).