La dureza de las negociaciones abre grietas y deja heridas entre los socios

c. P. BRUSELAS / CORRESPONSAL

INTERNACIONAL

LAURENT DUBRULE | EFE

La discusión alcanzó niveles inauditos y se pudieron escuchar acusaciones violentas y reproches a un lado y otro de la mesa de negociación

14 jul 2015 . Actualizado a las 05:00 h.

Nunca antes la eurozona había sufrido un golpe tan terrible. La dureza de las negociaciones ha abierto grietas y deja heridas entre los socios del euro, cuya credibilidad e irreversibilidad estuvieron a punto de estallar el domingo, cuando el ministro de Finanzas alemán, Wolfgang Schauble, cruzó una línea roja desenvainando su plan de «suspensión temporal de cinco años» para el país heleno si Alexis Tsipras no cumplía a rajatabla las durísimas condiciones que Berlín y otros socios europeos del norte demandaban.

La discusión alcanzó niveles inauditos y se pudieron escuchar acusaciones violentas y reproches a un lado y otro de la mesa de negociación. La tensión obligó a intervenir al presidente del BCE, Mario Draghi, quien advirtió del riesgo de ruptura que corría el euro. Pero su llamada a la sensatez no hizo mella en un Wolfgang fuera de sí que llegó a espetarle: «¡No me tomes por un imbécil!», antes de ser jaleado por sus homólogos de Finlandia, Holanda, Austria, los países Bálticos y Eslovaquia.

Las sorpresas desagradables no terminaron ahí. Cuando se filtraron las primeras condiciones para abrir las negociaciones nadie daba crédito a la dureza de las demandas. «Ya dije antes del referendo que la situación sería peor después de la consulta», se justificó ayer el presidente de la Comisión Europea, Jean Claude Juncker, unas palabras que para la delegación griega solo esconden «ánimo de venganza y humillación». «No creo que el pueblo griego haya sido humillado ni que los europeos hayan perdido su imagen», se excusó el luxemburgués cuando le preguntaron si la hostilidad contra Grecia había proyectado una visión pobre del futuro del proyecto europeo.

La pesadilla griega no terminó ahí. Encerrados entre las paredes del Consejo, el líder griego, Alexis Tsipras, la canciller alemana, Angela Merkel, el presidente francés, François Hollande y el presidente del Consejo, Donald Tusk, negociaron hasta el amanecer la capitulación de Grecia. Ají emergieron las grandes diferencias entre la visión alemana de Europa, de reglas firmes y más tecnocrática, frente a la Europa de Francia, más flexible y donde la soberanía nacional y la política se erigen sobre otras consideraciones. Lo resumía muy bien ayer el primer ministro italiano, Matteo Renzi. «Necesitamos una nueva visión para Europa, volver a nuestros ideales y valores e invertir en las nuevas generaciones como personas, no solo como números».

No son pocos los analistas que piensan que la herida abierta en la eurozona tras esta eurocumbre puede tener consecuencias muy graves para el futuro del euro. Será difícil recuperar la confianza perdida en las negociaciones con Grecia,