Muere en Alemania la bailarina hispano rusa Maya Plisetskaya

Afp

INTERNACIONAL

NATALIA KOLESNIKOVA | Afp

La «última leyenda viva de la danza» perdió la vida a los 89 años

02 may 2015 . Actualizado a las 21:51 h.

La bailarina Maya Plisetskaya, fallecida este sábado a los 89 años, desafió el tiempo y las costumbres de la época, escandalizó al régimen soviético con interpretaciones eróticas y se apasionó con coreografías modernas a la edad en que sus colegas estaban retiradas. Con sus ojos vivarachos que no envejecían, una sonrisa triunfadora y un porte real, Plisetskaya nunca dejó de sorprender al público.

Casada con el compositor ruso Rodión Shcherdin, Maya Plisetskaya falleció este sábado en Alemania por una crisis cardíaca pero será enterrada en Rusia, según el director del Bolshoi, Vladimir Urin. En su 80 cumpleaños, en el 2005, interpretó en el Kremlin el Ave Maya que le dedicó el coreógrafo francés Maurice Béjart, coronando una gala mágica con bailarines clásicos del mundo entero, los monjes Shaolín, la orquesta del ejército ruso Alexandrov y el rey del flamenco Joaquín Cortés.

Un homenaje que resumía bien la carrera y el carácter de la Prima ballerina assoluta, una distinción suprema que el Bolshoi sólo ha concedido dos veces en su historia. «Maya Plisetskaya asimiló una gran tradición, la digirió y la recicló, alcanzando la libertad. Independientemente de lo que baile, siento en ella una fuerza vital enorme, la sensualidad, pero sobre todo, la modernidad», dijo de ella Maurice Béjart.

Para el coreógrafo, Maya Plisetskaya era la «última leyenda viva de la danza». «Lo esencial es ser una artista y comprender por qué estás en el escenario. No basta con levantar la pierna», decía la bailarina para explicar el secreto de su éxito. Nacida el 20 de noviembre de 1925 en Moscú, Plisetskaya conoció el destino trágico de millones de soviéticos. Su padre, ingeniero, fue fusilado bajo el régimen de Stalin en 1938 y su madre, actriz de cine, fue enviada a un campo en Kazajastán como «miembro de la familia de un traidor a la patria».

J. F. MORENO | Efe

La pequeña Maya, «hija de un enemigo del pueblo», fue acogida por su tía, bailarina, y su tío, profesor de danza. Estaba «feliz» porque aprendía a bailar. Le encantaba la danza española, «tan diferente de lo que nos rodeaba», escribe en sus memorias. Un amor que le retribuyó España, concediéndole la nacionalidad, y en el 2005, el premio Príncipe de Asturias de las Artes. El jurado entendió que Plisetskaya había «convertido la danza en una forma de poesía en movimiento, al conjugar la exquisita calidad técnica con la sensibilidad artística y humana».

Plisetskaya entró en el Bolshoi en 1943 donde bailó casi 50 años. Sobresalió rápidamente. Con una perfecta formación académica, adornaba sus interpretaciones con desafíos y sensualidad inimaginables en la danza soviética. Una noche, Stalin decidió celebrar su cumpleaños en el Bolshoi. «Tenía miedo. Los nervios me atenazaban y el piso parecía una pista de patinaje. Miraba sin parar al público, buscando al responsable de la desgracia de mi familia», recordaba en sus memorias.

Hasta estos últimos años recelaba del poder soviético. En el 2000 no ocultaba su «aversión» a la decisión del presidente Vladimir Putin de restablecer el himno estalinista con nueva letra. Bailarina consagrada y brillante en los grandes clásicos, como el Lago de los Cisnes o Don Quijote, Maya Plisetskaya soñaba con Balanchine y Béjart, «inaccesibles» por su hostilidad a la tradición del «realismo socialista».

La bailarina empezó a realizar su sueño en 1967 gracias a un encuentro en Moscú con el coreógrafo cubano Alberto Alonso, autorizado a crear para ella Carmen-suite porque venía de un país comunista. Su gitana, que exuda seducción por cada poro de su piel, fue un escándalo. El poder tiene miedo.

«Fue la guerra: me acusaron de haber traicionado la danza clásica. El ministro de Cultura dijo que Carmen moriría. Yo sabía que la que moriría sería yo y que Carmen sobreviría», solía repetir Plisetskaya. Svetlana Zajarova, la estrella ultra-técnica del Bolshoi y la divina Uliana Lopatkina del Mariinski de San Petersburgo intentaron recuperar el rol estos últimos años, pero solo pudieron confirmar que Plisetskaya no tenía igual en la danza rusa, según los críticos y amantes de la danza.

Después de Carmen, que la pudibunda sociedad soviética tuvo problemas para digerir, vendrían otras provocaciones de Maya, coreografías eróticas de Béjart o de Roland Petit y ballets que su marido había creado basándose en obras de clásicos rusas.

Estos últimos ballets le valieron también a «la reina del aire» furibundas críticas de los entornos conservadores para quienes los personajes de Anna Karenina de Tolstoi y la Dama del perrito de Chejov no fueron escritas para ser bailados. «Maya es la máxima tecnología de la naturaleza y su principio fundamental es el movimiento eterno», dijo de ella el modisto francés Pierre Cardin que la vistió en los escenarios y en la vida.