Los forenses temen que algunas familias no reciban restos que velar
INTERNACIONAL
Le Vernet abrirá una ruta para que los allegados puedan ir hasta la zona cero
28 mar 2015 . Actualizado a las 17:49 h.Tras la tragedia de Angrois, en Santiago, hubo familias que aguardaron desesperadas varios días hasta que por fin tuvieron un resto al que poder velar. En la tragedia de Le Vernet, en los Alpes franceses, puede que haya algunas que no los tengan nunca. Es lo que advierte con dolor el director adjunto del Instituto de Investigación Criminal de la Gendarmería, Patrick Touron, jefe del equipo de recuperación e identificación de víctimas. De hecho, no han logrado recuperar ningún cuerpo totalmente intacto. Ni en las zonas más alejadas al lugar en el que ocurrió el fuerte impacto. La velocidad con la que chocó el avión pulverizó la nave y el queroseno hizo el resto.
Hace sol. El viento sopla contra la montaña y, de vez en cuando, levanta una polvareda que envuelve a Ángela y a Vicente. Son el hermano y la cuñada de Javier Moreno Navarro, un vecino de Lorca que viajaba en el avión accidentado junto con su sobrino político Fernando Martínez para comprar un camión. Acompañados por una representante de la embajada de España en París se han acercado hasta la placa colocada en Le Vernet, justo en la parte del pueblo que mira a la cumbre.
Españoles que regresaron
El resto de españoles que llegaron desde Cataluña en avión y autobús han regresado. Están ya en casa. En el Centro de Atención y Apoyo habilitado en Casteldefells. Los equipos de emergencia de Cruz Roja y del departamento de Asuntos Sociales del Ayuntamiento de Barcelona que los acompañaron todavía están en los Alpes. Son una pequeña rama en la que apoyarse dentro de todo el operativo organizado por Francia y en el que también colabora Alemania. «Estamos en Digne-les-Bains atendiendo a una familia y luego ya nos prepararemos para regresar», explican fuentes del ayuntamiento catalán.
Escoltados por los gendarmes, Ángela y Vicente hacen una ofrenda de rosas blancas frente a la montaña. Primero la observan. Luego se arrodillan. Todo es recogimiento. No hay palabras. No pueden subir a la ladera. Es muy peligroso. Además la zona está acordonada. Pero el alcalde de Le Vernet, François Balique, y su esposa Joelle ya habían anunciado unos minutos antes, en ese mismo lugar, que en unos días comenzarán los trabajos para habilitar un camino hasta el cañón en el que se estrelló el avión. Llegar hasta allí es el deseo de algunas familias. Es lo que les pidieron las que pasaron la noche en el pueblo. Francia va a cumplirlo. Quizá esté listo en mayo. Entonces podrán subir allí.
«Las familias que estuvieron aquí estaban muy dolidas, pero no mostraban ira. Nos abrazaban e indicaban que no era justo», explica la esposa del alcalde. Durmieron lo que pudieron en casas de voluntarios como la de Jean Jack, del Café du Moulin. «Aquí estuvieron dos familias la noche del miércoles al jueves. Nueve alemanes. También cinco españoles», dice.
A lo lejos se escucha el ruido de los helicópteros. Como pequeños puntos en el horizonte se les ve ir y venir. Continúan trabajando en la montaña. Todo el día, hasta caer el sol. Transportan los restos a los que, después de hacer la primera prueba de ADN sobre el terreno, bajan hasta el valle para identificarlos con un número y meterlos en un congelador para llevarlos luego hasta Rosny-sous-Bois, donde está el Laboratorio Forense de la Gendarmería Francesa (Ircgn). Ese es el lugar donde almacenan las huellas de ADN elaboradas a partir de las muestras tomadas a los familiares.
Cálculos de trabajo
Han recogido ya entre 400 y 600 restos. Lo que tardarán en peinar cada centímetro de los dos kilómetros sobre los que se ha esparcido la nave no se sabe. Puede que en una decena de días hayan acabado. Todo depende de la climatología, como explicó Patrick Touron. Porque «el problema de esta labor es la dificultad que encierra el terreno».
Ayer se incorporaron también al equipo de Touron tres médicos forenses españoles. «Son los mejores en ese trabajo», han dicho desde el Gobierno de Madrid. Se suman a los tres agentes de la Guardia Civil y otros tantos de la policía que ya llevan varios días con las cuarenta personas que trabajan sobre el terreno. Su labor no será fácil. Como tampoco será fácil para las familias que llegan hoy en los vuelos fletados por Lufthansa desde Barcelona y Dusseldorf enfrentarse cara a cara con la montaña. Pero han querido hacerlo. Es parte del duelo.