Draghi aprieta, pero no ahoga

Mercedes Mora REDACCIÓN / LA VOZ

INTERNACIONAL

El de Draghi es un movimiento arriesgado, pero perfectamente calculado.
El de Draghi es un movimiento arriesgado, pero perfectamente calculado. Kai Pfaffenbach < / span>reuters< / span>

El presidente del BCE ha doblado su apuesta cerrando (casi) el grifo a los bancos griegos para obligar al Gobierno de Tsipras a pasar por el aro de una prórroga del rescate

06 feb 2015 . Actualizado a las 10:46 h.

Con Supermario hemos topado. Eso deben andar pensando en el seno del Gobierno griego después del portazo en las narices que recibieron el miércoles del italiano. Toda una señora apuesta la del presidente del BCE cerrándole el grifo de la financiación a precio de risa a los bancos helenos. Un calculado jarro de agua helada para bajarle los humos al Ejecutivo de Tsipras.

¿Qué es exactamente lo que ha decidido el BCE?

A partir del miércoles, cuando un banco griego se acerque a la ventanilla del BCE para pedir dinero prestado ya no podrá poner como garantía los bonos emitidos o avalados por el Estado heleno. La autoridad monetaria europea no puede aceptar en prenda títulos con la calificación de bono basura, y los griegos lo son. Hasta ahora hacía la vista gorda porque Grecia estaba bajo el paraguas del rescate, supervisados todos sus movimientos por la troika. Ese paraguas se cierra el 28 de febrero y Tsipras y los suyos no quieren volver a abrirlo. Presume el BCE -o eso dice- que no habrá prorroga del rescate y de ahí que haya decidido poner fin a las excepciones.

¿Qué consigue con ello?

Apretarle las tuercas al Gobierno griego. Presionarlo para que alcance -y ya- un acuerdo con sus socios. Los bancos griegos necesitan la liquidez que les proporciona el BCE para mantenerse en pie y, muy importante, seguir financiando al Estado comprándole la deuda que emite.

Cuando el ministro griego de Finanzas, Yanis Varufakis, dijo hace hoy una semana delante de un sorprendido Jeroen Dijsselbloem -el presidente del Eurogrupo- que Grecia no quería la prorroga del rescate ni regalada, ya sabía que el BCE haría lo que ha hecho. Eso creen los analistas, para quienes Varufakis estaba entonces lanzando un aviso a navegantes. Algo así como «Vosotros veréis lo que hacéis. Si nos cerráis el grifo, adiós al euro». El miércoles Draghi le devolvió la pelota: «Tú sabrás. Puedes detonar la granada de mano que llevas, pero estallarás con ella», es la traducción -nada literal- que hacen esos mismos analistas del comunicado con el que el BCE hizo pública su decisión a última hora del miércoles.

¿Está el grifo cerrado a cal y canto?

No. Draghi aprieta, pero no ahoga. Sabe que la asfixia de los bancos helenos desataría el pánico y acabaría con los huesos de Grecia fuera del euro. Y quién sabe qué consecuencias tendría eso para el resto de los socios. Algo así como «un Lehman al cuadrado» en palabras del prestigioso economista e historiador estadounidense Barry Eichengreen.

Por eso los bancos helenos siguen teniendo a su disposición las llamadas líneas de liquidez de emergencia (ELA, de sus siglas en inglés). Las administra el Banco de Grecia, pero el BCE tiene potestad para vetarlas. Además, sale más caro financiarse. Otra arma más para apretar.

No hay nada oficial, pero la prensa alemana aseguraba ayer que Draghi ha dado el visto bueno para que de ese segundo grifo fluyan 60.000 millones de euros (la misma cantidad que las entidades helenas pidieron en diciembre en la ventanilla del BCE). Lo que no evitó que los bancos griegos se hundieran ayer en la Bolsa de Atenas.

¿Hasta cuándo puede aguantar Grecia sin el dinero de Europa?

No mucho. Sobre todo, después del ultimátum de Draghi. El plan de Varufakis era ir tirando hasta mayo con lo que tienen y negociar con relativa tranquilidad. Y lo que tienen no es mucho: algo de liquidez para el mantenimiento del Estado y el acceso a los mercados en los plazos cortos. De hecho, el ministro contaba con obtener por esta última vía (emitiendo letras del Tesoro) unos 10.000 millones de euros (en este convulso principio de año ha captado 2.500). Pero el BCE ha truncado sus planes. Ahora será más difícil que los inversores le compren las letras. Por no hablar de que Draghi ha de autorizar las emisiones adicionales de deuda. Y no parece que esté por la labor.

En julio y agosto Grecia ha devolverle al BCE 6.500 millones y, a lo largo de todo el año, unos 7.900 al FMI (3.500 en junio).

¿Cuál ha sido la respuesta helena al portazo de Draghi?

Tsipras y su ya famoso ministro de Finanzas andan alternándose en el papel de poli bueno y poli malo. Al primer ministro le tocó ayer el de malo: «No aceptaremos más órdenes», soltó. Más comedido, Varufakis pidió en Alemania un «programa puente hasta finales de mayo» que les dé la oportunidad de mostrar sus propuestas. Tiempo.

¿Cómo terminará la partida?

Lo más razonable es una prórroga del rescate. Habrá que buscarle otro nombre, claro, para que Tsipras y los suyos salven la cara. Después, a renegociar la deuda. Y el déficit. Es lo que toca. No habrá quitas. Pero, parece lógico que les den más tiempo para devolver el dinero y puede que a intereses más bajos.