Las personas que lo conocen definen a Carlos Alexandre, el juez del caso Marqués, que envuelve al ex primer ministro Sócrates y sus tres cómplices, como tímido, tranquilo, no corruptible y muy trabajador. De hecho, lleva varias semanas sin descansar. Alexandre es una excepción en un país donde la Justicia no se caracteriza por la rapidez y celeridad en su actuación. A sus 53 años, atesora un currículo repleto de casos polémicos de diferente índole.
El más reciente es la operación Laberinto, que hace poco más de una semana, destapó la red de concesión de visados de oro por el que mandó a prisión a 12 personas, incluidos varios altos cargos.
A finales de julio de este año, el conocido como Baltasar Garzón luso, un hombre hecho a sí mismo, consiguió algo que parecía impensable en Portugal: detener, interrogar y apartar de sus funciones al todopoderoso presidente del Consejo de Administración del Banco Espírito Santo, Ricardo Salgado, por irregularidades y lavado de capitales. Alexandre descubrió un entramado de evasión fiscal de cientos de millones de euros. Tras ser intervenido y recapitalizado, se creó Novo Banco.
En las dos últimas décadas, el juez Alexandre llevó otros casos muy mediáticos: el del Banco Portugués de Negocios a finales del 2008, y los escándalos Monte Branco y Huracán y Face Oculta. También se ocupó del caso de corrupción Apito Dourado, que envolvía a árbitros y dirigentes del fútbol luso.
La fiscal general de Portugal, Joana Marques Vidal, desde que tomo posesión en octubre del 2012 ha demostrado gran determinación y personalidad a la hora de llevar a cabo sus funciones. En sus discursos públicos ha insistido siempre «en la independencia de la Justicia y en la separación de los poderes ejecutivo, legislativo y judicial». En estos 24 meses de mandato se han iniciado o finalizado procesos judiciales tan polémicos como el del BES, la operación Laberinto, el caso Marqués y el Face Oculta.