Yaser Arafat, diez años sin el padre del nacionalismo palestino

La Voz

INTERNACIONAL

JAVIER ARCENILLAS

Se cumple una década de la muerte, por causas que aún se investigan, de uno de los líderes más carismáticos de Oriente Medio

11 nov 2014 . Actualizado a las 20:47 h.

Una década ha transcurrido desde que la viva imagen de la causa palestina desapareciera del mapa político de Oriente Medio, en aquel día soleado en el que Palestina despidió a un padre, cuyo legado es indudable y su sombra aún muy alargada. Yaser Arafat, aquel viejo guerrillero, líder indiscutible que escapó de la muerte en más de diez ocasiones, falleció en un hospital de París a causa de una dolencia aún no esclarecida.

Dos lustros antes, se había convertido en dirigente de la Autoridad Nacional Palestina (ANP), la culminación de años de lucha en la sombra y múltiples exilios, que finalmente se vieron recompensados con su regreso a los territorios palestinos en 1994. Eso fue posible gracias a la firma en 1993 en Washington de los acuerdos de paz de Oslo, escenificados por el ya mítico apretón de manos con el entonces primer ministro israelí, Isaac Rabin, ante el presidente estadounidense Bill Clinton.

Mohamed Abdel Rahman Abdel Rauf Arafat al Kudua al Huseini, que es su verdadero nombre, conocido bajo el apodo de guerra de «Abu Amar», nació un 4 de agosto de 1929: no se sabe con certeza si fue en Jerusalén, El Cairo o Gaza. Su familia materna pertenecía al clan del muftí de Jerusalén Amin al Huseini, dirigente musulmán antisionista de principios del siglo XX, conocido por su relación con los nazis. Arafat creció en medio de enfrentamientos entre árabes y judíos y quizá este hecho, al que se suman el panarabismo reinante de la época y el establecimiento del Estado de Israel en 1948, terminaron por forjar la figura del combatiente contra los sionistas.

Luchó contra la nación emergente en la primera guerra árabe-israelí (1948-49), estudió en El Cairo ingeniería y tomó contacto con los fundamentalistas Hermanos Musulmanes, si bien defendió posteriormente un nacionalismo de tinte secular. Durante la Guerra de Suez (1956) se alistó en un batallón palestino y en Kuwait en 1959 crea Al-Fatah, movimiento de liberación que reclama el territorio palestino ocupado. Con los años ese grupo embrionario se convertirá en la principal formación del nacionalismo palestino, que en 1965 reivindica su primer acto de sabotaje en Israel. En 1967, tras la derrota de los estados árabes en la Guerra de los Seis Días, Arafat se hace con la presidencia de la Organización para la Liberación de Palestina (OLP), creada a instancias de la Liga Árabe en 1964. Posteriormente llegan los años de lucha y exilio en Jordania, de donde es expulsado en 1970 tras el «septiembre negro», para establecer su base de operaciones en El Líbano.

En 1974 se presenta ante la Asamblea General de la ONU con su kufiya, un pañuelo árabe de cuadros, donde pronunció un discurso en el que afirmó: «traigo una rama de olivo en una mano y un fusil de combatiente en la otra.. no dejen que caiga el ramo de mi mano». La década de los setenta es recordada por la piratería aérea y los atentados contra atletas israelíes en los Juegos Olímpicos de Munich.

En 1982 Israel invade El Líbano, lo que le obliga a buscar refugio primero en Argelia, luego en Trípoli para concluir en Túnez, donde establece nuevamente su base de operaciones. El estallido de la primera Intifada en 1987 da nuevo brillo a su desprestigiada figura y durante la Guerra del Golfo de 1990 se alía con Sadam Husein, que le cosechó críticas, que pudo desdeñar con la conferencia de paz de Madrid en 1991, antesala del proceso de Oslo. Concluido el alzamiento palestino y encarrilada la negociación, que reconocía la autonomía palestina y exigía a israelíes y palestinos el mutuo reconocimiento, Arafat recibe el Premio Nobel de la Paz y el Príncipe de Asturias (1994). Dos años más tarde es elegido presidente de la ANP en elecciones legislativas.

Las últimas conversaciones con Israel que lideró en Camp David (EE.UU) (julio del 2000), que concluyeron sin ver satisfechas sus aspiraciones nacionales, precedieron a la irrupción de la segunda Intifada. Cientos de atentados llevados a cabo por grupos armados palestinos, a algunos de los cuales apoyó financieramente, le valieron una política de deslegitimación por parte de Israel en la esfera internacional. El primer ministro Ariel Sharón lo confinó desde diciembre del 2001 en sus oficinas de Ramala en medio de amenazas de deportarle e incluso acabar con él.

Fallecido a los 75 años, estuvo casado con Suha Arafat, 37 años menor que él con el que tuvo una hija en 1995. Murió por causas que aún se investigan aunque cobra fuerza la posibilidad de que fuera envenenado, bien por Israel, o por miembros de la cúpula que lo rodeó en sus últimos días. A lo largo de los años se negó a compartir la responsabilidad del poder y desarrolló un estilo personalista, que provocó críticas entre sus propios correligionarios. Sin embargo, su carisma, liderazgo y capacidad de unir al pueblo en torno a una causa dejó un vació difícil de llenar por sus sucesores.