México, un camposanto con 22.000 desaparecidos

Milagros López de Guereño MÉXICO / COLPISA

INTERNACIONAL

JORGE DAN LOPEZ | Reuters

Un sacerdote denuncia que los 43 estudiantes secuestrados fueron quemados vivos

20 oct 2014 . Actualizado a las 05:00 h.

Horror, espanto, temor, pánico, consternación, infamia, monstruosidad, crueldad... Son términos muy repetidos en los últimos días en México a raíz de la desaparición de 43 estudiantes en Iguala y el hallazgo, una tras otra, de fosas clandestinas con restos humanos. El caso Iguala es la punta del iceberg de un fenómeno antiguo y conocido.

Con 22.322 desaparecidos reconocidos oficialmente, todo el territorio mexicano podría ser un camposanto. En cuanto se remueve un poco, se desprende el tufo producido por el México más bronco, las pistolas, el narcotráfico, la corrupción y la impunidad. Un cóctel explosivo que estalló ante los alumnos de la escuela de Magisterio de Ayotzinapa, un lugar casi desconocido, convertido en grito internacional contra la ignominia.

El sacerdote Alejandro Solalinde, que fue amenazado de muerte por denunciar a un narco por secuestrar a un grupo de migrantes y al Estado por no protegerlos adecuadamente, asegura que ha hablado con supervivientes de los hechos violentos del pasado 26 de septiembre. Aquella noche murieron seis personas -tres alumnos de Ayotzinapa, un jugador de futbol de 15 años, un chófer de autobús y un ama de casa-, 25 resultaron heridas y 43 jóvenes desaparecieron tras haber sido detenidos por policías y entregados al cartel Guerreros Unidos, según declaraciones de los detenidos, al menos 34 policías y más de una decena de presuntos sicarios.

Testigos con miedo

Los supervivientes con los que ha hablado el sacerdote no quieren darse a conocer porque, dice, «su vida peligra», pero relataron que los jóvenes fueron quemados vivos. Solalinde aseguró que su fuente estaba «impactada y con mucho miedo; le pregunté por qué no lo denunciaba, y me dijo: ?pero a quién, si son juez y parte, no puedo ir a decirlo sabiendo que me van a matar?».

Este defensor de los derechos humanos insistió en que «hay gente que sabe mucho y que están aterrados» y dio por seguro que los chicos están muertos. De estar vivos, dijo «¿creen que dejarían pasar y crecer todo este problema, sabiendo la reacción nacional e internacional? Es la mejor prueba de que no viven».

El Gobierno de Enrique Peña Nieto se ha esforzado por presentar un país moderno, una nación ideal para la inversión. Busca dejar tras las bambalinas el tema de la seguridad, que fue el caballo de batalla de su predecesor, Felipe Calderón. Pero por más que se intente tapar el sol con un dedo, los números y las vidas detrás de ellos insisten en salir a flote.