Gaza se enfrenta al colapso por falta de agua y energía de aquí a seis años

Juan Carlos martínez REDACCIÓN / LA VOZ

INTERNACIONAL

La población, con una media de edad de 18 años, se duplica cada decenio

17 ago 2014 . Actualizado a las 07:00 h.

La periodista israelí Amira Hass la definió como «la cárcel más grande y superpoblada del mundo». Es la franja de Gaza, el único territorio claramente definido de lo que un día puede llegar a ser el Estado palestino, que hoy se toma un respiro tras un mes de castigo militar de Israel. Aquello es una cárcel, pero también un milagro. Allí se da una de las tasas de natalidad más altas del mundo, lo que revela las ansias de vida de aquel pueblo mediterráneo del que casi solo se habla por causa de la muerte.

La franja de Gaza es un retal costero del antiguo protectorado británico de Palestina. Si imaginamos un territorio poco mayor que el del concello de Lugo y metemos allí una población equivalente a toda la de las provincias de A Coruña, Lugo y Ourense, tendremos una idea aproximada de lo que es la franja. Todavía no es una ciudad continua, pero la densidad de población es la propia de una gran urbe.

Los gazatíes aprecian la vida. La tasa de fertilidad es de 4,24 hijos por mujer, una de las más altas del mundo. Las familias numerosas no son como las españolas de hoy: allí tienen de 15 a 20 hijos, especialmente entre los residentes que mantienen la poligamia. Permanece una cultura, en el sentido amplio de la palabra, en la que tener muchos hijos es una garantía de prosperidad: desde muy pronto, los niños contribuyen a la economía familiar como pueden, y cuando crecen, la familia más grande suele ser la familia más fuerte.

Hacinamiento

La población de Gaza se duplica cada diez años, y no solo por la elevada natalidad, sino por la afluencia masiva de refugiados de Cisjordania y de los países vecinos. Según la misión de la ONU en aquel territorio, para el año 2020 la población total de Gaza llegará a 2.150.000 habitantes; de ellos, 1,6 millones serán refugiados, 400.000 más que los de hoy.

Semejante desarrollo demográfico solo puede traer problemas en el entorno en que se da: los gazatíes no pueden expandirse, porque están bloqueados en su patria-prisión. Ya hay una grave escasez de vivienda. Los recursos sanitarios peligran: las consultas médicas por cada doctor en activo están en torno a cien al día. Para el año 2020 llegarán a las 126. En el medio plazo se les van a unir otras carencias todavía más costosas.

Robert Turner, director de operaciones de la agencia de las Naciones Unidas para los Refugiados palestinos (UNRWA), declaraba hace unas semanas a los representantes de las muchas oenegés que trabajan en la franja que los dos problemas más graves a medio plazo (para el año 2020, que es la fecha que esta agencia ha fijado como meta de sus campañas de apoyo) van a ser la falta de agua potable y la falta de energía.

«Ya hay una escasez crónica de energía -dice Turner-; cuando las cosas van bien, falta tres horas al día; cuando van mal, de 12 a 16 horas seguidas de apagón». Si el aislamiento planteado por Israel persiste, la escasez de energía bloqueará el funcionamiento de la comunidad. El otro gran hándicap es la falta de agua. «El problema del agua -añade el responsable de Naciones Unidas- es una amenaza para la existencia misma de la población de aquí a seis años. Toda ella se extrae del acuífero costero, francamente sobreexplotado: se sacan de él cien millones de metros cúbicos al año. A causa de este vaciado, se filtra al acuífero agua del mar, de modo que más del 90 % del agua que llega a Gaza es salobre y no potable. La solución sería la desalinización, pero la inversión es costosísima, en torno al medio millón de dólares por planta».

Para el representante de la ONU, el bloqueo es hoy «la característica definitoria de la situación». Israel mantiene un control férreo de los pasos fronterizos que comunican su territorio con la franja e impide la actividad en el mar a partir de las tres millas marinas de la costa, con graves perjuicios para el sector pesquero local. Tras el cambio de Gobierno en Egipto y la ruptura de relaciones con Hamás, también se bloqueó la salida terrestre del sur, la de Rafah, aunque hoy Egipto hace la vista gorda para que por los túneles puedan pasar a diario más de cien mil litros de combustible y unas setecientas toneladas de materiales de construcción.

Lo peor del bloqueo no es que dejen de entrar bienes sino, sobre todo, que no puedan salir. Eso, según la UNRWA, ha hecho que Gaza perdiera el acceso a los mercados y se embarcase en un proceso de antidesarrollo que empeora la situación.