Bruselas se despertó ayer aún conmocionada por el atentado que se cobró la vida de tres personas el sábado en el Museo Judío (una cuarta murió ayer). Un individuo, del que se desconoce su identidad, abrió fuego contra los visitantes en el edificio situado en el céntrico y bullicioso barrio de Sablon. Captado por varias cámaras, las imágenes del hombre -tras el análisis de la policía- fueron difundidas ayer. En ellas se puede ver al corpulento asesino entrar en el museo cubierto con una gorra y portando el Kalashnikov que usó para lanzar dos ráfagas de disparos que terminaron con la vida de una pareja israelí y una mujer francesa. El joven trabajador del museo, el recepcionista Alexandre Strens, de 20 años, que recibió un balazo en la cabeza, falleció ayer.
Todos fueron encontrados tendidos en el suelo. Uno de los primeros en llegar fue el ministro del Exterior, Didier Reynders, que comía en una calle aledaña. El sonido de los disparos fue oído también por los numerosos transeúntes que se hallaban en la zona. Algunos testigos tuvieron que ser atendidos por los servicios médicos por cuadros de ansiedad.
Las imágenes y fotos del sospechoso, que está huido, han sido distribuidas a los principales medios para que los ciudadanos puedan aportar cualquier pista que facilite su identificación y detención. El otro sospechoso detenido en la tarde del sábado ya fue puesto en libertad al no encontrársele relación alguna con el asesinato. El Ministerio del Interior confirma que no hay riesgo para la población pero ha elevado la alarma terrorista a nivel 4, la más alta. Se teme que el sospechoso pueda volver a atacar objetivos de interés judío.
El aluvión de condolencias no cesó. Representantes de la comunidad judía condenaron el atentado, que fue calificado de «antisemita» por la titular belga de Interior, Joëlle Milquet. El primer ministro, Elio di Rupo, acudió ayer a votar con el recuerdo de las víctimas: «Mi pensamiento está con ellos». Ciudadanos se acercaron de forma espontánea al museo a depositar flores.
Sin embargo, el primer ministro israelí, Benjamín Netanyahu, criticó con dureza a sus homólogos europeos por el hecho de no haber recibido llamada alguna a excepción de la de Di Rupo, lo que -en su opinión- es «muestra del incremento del antisemitismo» en Europa. Reclamó «tolerancia cero» contra ese odio que, según él, sufren los judíos.