El uribismo arrebata la ventaja a Santos y amenaza su reelección

susan abad BOGOTÁ / E. LA VOZ

INTERNACIONAL

El expresidente Uribe, con sombrero, da instrucciones al candidato de su partido, Oscar Iván Zuluaga, a la izquierda.
El expresidente Uribe, con sombrero, da instrucciones al candidato de su partido, Oscar Iván Zuluaga, a la izquierda. DIANA SANCHEZ < / span>afp< / span>

La campaña electoral de Colombia entra esta semana en su recta final

18 may 2014 . Actualizado a las 07:00 h.

La campaña presidencial en Colombia entra esta semana en su recta final precedida por toda clase de escándalos, acusaciones de entrada de dinero del narcotráfico a la campaña del presidente Juan Manuel Santos, indicios de espionaje al presidente y a los negociadores del proceso de paz a cargo de un asesor de su principal adversario, el candidato Oscar Iván Zuluaga, demandas judiciales y encarnizadas peleas en las redes sociales. Pero la novedad más relevante, a medida que se acerca el 25 de mayo, fecha de la primera vuelta, es que Santos empieza a ver en riesgo su reelección tras mantener una holgada ventaja en los últimos meses sobre sus cuatro contrincantes.

Un último sondeo de la firma Cifras & Conceptos indica que Santos y el candidato del expresidente Álvaro Uribe, Oscar Iván Zuluaga, irían indefectiblemente a la segunda vuelta el 15 de junio, dejando por fuera del juego a Enrique Peñaloza, del Partido Verde, y a las otras candidatas: Clara López del izquierdista Polo Democrático Alternativo y la conservadora Marta Lucía Ramírez. La misma encuesta revela que en junio Zuluaga le ganaría la presidencia a Santos por un estrecho margen de un punto.

El sorpresivo ascenso del candidato del Centro Democrático, que a principios de año apenas tenía un 8% de la intención de voto, se debe, según la analista María Victoria Duque, a que hay un resurgimiento del uribismo. «¿Cómo se explica que Zuluaga, una persona a la que el 40% del país no conoce, tenga el 29% de intención de voto? Eso es porque el expresidente Uribe ha hecho bien la tarea», explica.

Dice el refrán que no es buena la venganza pero sí la desquitanza, y Uribe parece aplicarlo. Después de fracasar en el intento de un cambio constitucional que le permitiera gobernar un tercer período, el hoy senador nombró sucesor a Santos y este ganó las elecciones del 2010. Uribe considera que Santos lo traicionó al no seguir fielmente sus políticas y se declaró su principal enemigo.

La principal, aunque no la única, de sus discrepancias tiene que ver con la forma de resolver el espinoso asunto de la violencia guerrillera. Mientras que Santos se aferra a su principal recurso, que es la paz, sus contrincantes afirman que el conflicto no se puede resolver «a cualquier precio» y critican lo que consideran «concesiones»

En una tarea que ya lleva cuatro años «Uribe ha polarizado hasta el extremo la política. La ha llevado hasta niveles impresionantes como denunciar cosas tan graves que, si existieran pruebas, tumbarían al Gobierno. Ha agriado tanto el panorama, ha enfocado tanto la política en la personalidad del presidente, que ha convencido a los colombianos de que Santos es falso y mentiroso, que le falta carácter y es muy conciliador», asegura Álvaro Forero, director de la Fundación Liderazgo y Democracia.

En su opinión, el expresidente «ha logrado implantar odios. Odio por las FARC, odio por el presidente que negocia con ellos. Logra que los colombianos quieran ver actos de firmeza, de dureza, porque eso les da sensación de orden y tranquilidad».

Ante la ofensiva de su antiguo mentor, Santos no se ha quedado con los brazos cruzados y no está dispuesto a devolverle la presidencia a Uribe. El jueves se le unió como jefe de campaña el expresidente César Gaviria, que inmediatamente se dedicó a atacar directamente a Uribe, con la doble intención de frenarlo y de propiciar el retorno de los partidarios del presidente desencantados con él. Las FARC y el ELN también hicieron su aportación a la reelección al anunciar un cese unilateral del fuego hasta el 28 de mayo y finalmente, a las carreras, se cerró en La Habana el tercer punto de negociación entre el Gobierno y la guerrilla, correspondiente al narcotráfico, lo que debería permitir sacar este asunto de la agenda.