Algo más que fanatismo en el respaldo norteño a Boko Haram

Juan Carlos Martínez REDACCIÓN / LA VOZ

INTERNACIONAL

Tensiones étnicas y culturales empujan a los nigerianos hacia la sharia

14 may 2014 . Actualizado a las 07:00 h.

No todo es cuestión de nombres, pero algo sí. Boko Haram significa «la civilización occidental, prohibida». En una furibunda estrategia fundamentalista, el grupo ha asesinado a 3.000 personas desde el año 2009.

Desde entonces se le ha combatido con los métodos clásicos del antiterrorismo. Pero, ahora mismo, la búsqueda de una solución al secuestro de las 200 niñas coincide con un cambio en el enfoque de la lucha. Los organismos internacionales han enviado a Nigeria, junto a expertos en negociación sobre rehenes, un contingente de expertos en ayuda humanitaria, porque se empieza a reconocer que las armas no son suficientes para apaciguar un conflicto en el que parte de la población del norte y el nordeste respalda los argumentos de los yihadistas.

Un Estado fallido

Con 177 millones de habitantes, Nigeria es el país más poblado de África y el tercero más rico, gracias a sus yacimientos de petróleo: es el quinto exportador de crudo del mundo. Pero decir de un país que es rico no significa que su población lo sea. El PIB per cápita es de 2.800 dólares, lo que lo sitúa en el 17.º lugar de África. Un 62 % de los nigerianos viven por debajo del umbral internacional de pobreza. Y la mayoría de estos habitan los estados norteños en los que ha surgido Borko Haram.

Como explica el profesor sudafricano Huseín Solomon en un informe para el Africa Center for Strategic Studies, muchos expertos consideran que este no es un fenómeno de fanatismo religioso sino, sobre todo, un síntoma de que Nigeria va camino de convertirse en un Estado fallido. Lejos de acercarse a una construcción democrática, camina hacia «la desnacionalización del Estado», por la acción desafiante de varias identidades enfrentadas. En el país conviven 160 grupos étnicos que hablan 400 idiomas distintos. El incremento de la pobreza, la corrupción extendida, la delincuencia en alza, los recortes en las ayudas sociales consecuencia de la crisis global y un creciente sentimiento de que la ideología dominante es «sálvese quien pueda» pueden haber llevado a gran parte de la población norteña a identificar los males del momento con el individualismo occidental, en el que supuestamente se han educado algunos de los líderes del país, sureños, de etnias diferentes a las suyas y con acceso más fácil a los petrodólares del delta del Níger.

Estos sentimientos posiblemente han sido exacerbados, a su vez, por políticos norteños que vieron subir su respaldo electoral al arrimarse a la reivindicación de la moral estricta de la sharia. Una encuesta realizada recientemente por el Proyecto Pew de Actitudes Globales dio como resultado que un 91 % de los nigerianos vería conveniente que los líderes religiosos desempeñaran un papel en la política nacional. Otros estudiosos señalan que la corriente migratoria de indígenas de la etnia hausa-fulani, a la que pertenecen los militantes de Boko Haram, hacia provincias tradicionalmente pobladas por los yoruba, cristianos, añade tensiones económicas, las propias de la ocupación de la tierra, a todas las demás tensiones.