Alemania se juega mucho con Rusia

Úrsula Moreno Berlín

INTERNACIONAL

Los intereses económicos llevan a Berlín a oponerse a las sanciones

05 may 2014 . Actualizado a las 12:37 h.

El mundo a los cuatro vientos

Los intereses económicos llevan a Berlín a oponerse a las sanciones

Seis mil empresas alemanas hacen negocios en Rusia. Cerca de 15 millones de alemanes, los que crecieron en la Alemania Oriental, aprendieron el ruso y no todos lo sintieron como una obligación. No es de extrañar pues que hoy día el Gobierno de Berlín sea reticente a imponer sanciones económicas a Moscú, ya que los lazos entre ambas culturas son muy fuertes.

Tanto que unen incluso a opositores políticos. El partido de La Izquierda (Die Linke), la formación que encabeza la raquítica oposición en el Bundestag, comparte posiciones con Alternativa para Alemania (AfD), el partido euroescéptico de reciente cuño que a punto estuvo en las pasadas elecciones de obtener el 5 % de los sufragios necesario para ocupar escaños en el Parlamento teutón. Ambos se oponen a las sanciones contra el Gobierno moscovita.

Admiten el partido de herencia marxista y el ultranacionalista que la anexión de Crimea fue ilegal. Pero Sahra Wagenknecht y Gregor Gysi, los líderes de La Izquierda, califican la política exterior alemana de «hipócrita», ya que apoyaría al Gobierno de Kiev, «en manos de fascistas y antisemitas». Se identifican con aquellos alemanes -polarizados como nunca estos días- que ven en Vladimir Putin a alguien que batalla contra el imperialismo occidental que lidera Estados Unidos y el «cerco atlantista» impuesto a Rusia.

El papel de Schröder

Uno de tantos es Gerhard Schröder, el excanciller socialdemócrata que, convertido en representante del empresariado, advierte del peligro que conlleva una «espiral sancionadora». Schröder integra el consejo de vigilancia de una de las filiales del gigante ruso Gazprom, y esta semana celebraba su 70 cumpleaños en San Petersburgo de la mano de Putin y de Alexei Miller, el jefe del monopolio gasístico.

Son muchos los organismos no gubernamentales y oficiales, como el Comité de Relaciones Económicas con Europa Oriental, que ven en peligro ese 6 % de las exportaciones alemanas que van a Rusia: «No permitiremos que arruinen el trabajo constructivo que hemos hecho durante las últimas décadas», decía recientemente Eckhard Cordes, su presidente, y llamaba a los políticos a resolver el conflicto en la mesa de negociaciones.

Lo está intentando Angela Merkel, que ha agarrado el teléfono en media docena de ocasiones desde que se desató la crisis ruso-ucraniana para hablar directamente con Putin. Ambos hablan la lengua del otro y conocen bien sus culturas. Merkel porque creció detrás del telón de acero, Putin porque trabajó para la KGB en Dresde en los ochenta. La última vez Merkel intentaba convencer a su homólogo ruso para que presionara para liberar a los rehenes de la OSCE en Ucrania Oriental. Con éxito, por cierto, ya que este sábado volvían a Alemania después de una semana de cautiverio.

Alemania sería la principal perjudicada en caso de decidirse un boicot económico a Rusia, ya que su dependencia energética es de un 36 % en el caso del petróleo e incluso del 39 % en el caso de gas, superando la media europea.

Reflejo de esos fuertes lazos económicos es el foro de acercamiento entre Alemania y Rusia que se fundó por iniciativa de Schröder y Putin en el 2001, y que se celebra anualmente. Hace dos semanas que tuvo lugar en Leipzig, bajo el signo de la tensión entre Moscú y Occidente. Aunque se redujo a unas cuantas horas y la canciller no participó, el llamado Diálogo de San Petersburgo tuvo lugar; Gernot Erler, uno de los colaboradores más cercanos del ministro de Exteriores, recordó que no debía romperse el hilo del diálogo.

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