La imagen de modernidad del tigre malayo se tambalea

E. C. PEKÍN / LA VOZ

INTERNACIONAL

La gestión de la comunicación daña la reputación del líder en alta tecnología

25 mar 2014 . Actualizado a las 09:34 h.

Malasia no es país de grandes titulares. En el pasado su nombre evocaba legendarias historias de exóticos piratas orientales, pero las últimas décadas la han asociado al crecimiento y al éxito económico. Junto con Tailandia y Singapur, se la conoce como uno de los «tigres del sudeste asiático» y se prevé que su economía crezca en el 2014 entre el 4,5 y el 5,5 por ciento. Su presencia en los medios de comunicación extranjeros tiende a ser una crónica habitual de aparente estabilidad y logros financieros.

Sabemos poco de Malasia, pero la desaparición del vuelo MH370 ha sometido a este discreto país de 30 millones de personas a un escrutinio internacional sin precedentes. Sus gobernantes tuvieron que enfrentarse a abarrotadas ruedas de prensa para desmentir informaciones erróneas, hasta que ayer tuvieron que admitir que los restos hallados en el Índico llevaban a pensar que no hay supervivientes. Los evidentes fallos de seguridad en un sector tan sensible como la aviación han generado titulares que ponen en duda la solvencia de Malasia como país moderno y eficiente. ¿Se trata de un cúmulo de circunstancias desafortunadas o existen elementos para pensar que la potencia emergente es en realidad un tigre de papel?

Desde su independencia del Imperio británico en 1957, la Organización Nacional de Malayos Unidos emergió como una fuerza política dedicada a la protección de la etnia malaya, de religión islámica. Esta organización política ha sido parte de todos los Gobiernos formados desde entonces. Aunque la Constitución mantiene que todos los ciudadanos son iguales ante la ley, también dice que el deber del monarca es el de salvaguardar los intereses de los nativos malayos. Este artículo se estableció para establecer una discriminación positiva frente a chinos e indios, comunidades que florecieron económicamente durante la ocupación británica. La protección de los intereses de la etnia malaya provocó que en 1971 se estableciese la nueva política económica, por la cual los malayos tendrían más facilidades para acceder a puestos en la Administración pública y a las empresas, en un intento por mejorar su legitimación económica.

La Malasia actual es líder en la producción de alta tecnología y su sistema financiero es el referente mundial de la banca islámica. Las Torres Petronas, las más altas del mundo desde 1998 hasta el 2004, se convirtieron en el símbolo de la modernidad de un país cuya élite política es el producto de décadas de discriminación positiva a favor de los malayos, y que ahora se enfrenta a una crisis de credibilidad por su gestión de la desaparición del avión. Sus gobernantes no están acostumbrados al escrutinio de la prensa libre y han pronunciado frases tan alarmantes como el recordado «No tenemos ni idea de dónde está el avión», sobre el que se escribirán manuales de relaciones públicas de cómo no se debe manejar una crisis.

Malaysia Airlines tardó más de 5 horas en admitir que el avión había desaparecido. Tras reconocerlo, una cascada de información contradictoria provocó continuos desmentidos que incrementaron el sufrimiento de las familias de los desaparecidos. Hubo confusión al determinar la hora exacta de la desaparición y se calculó erróneamente el punto en el que se perdió la pista del avión. En las primeras horas, vitales en la investigación, se comenzó a buscar en Vietnam. Después se supo que el avión había cambiado de ruta y la agencia estatal china Xinhua evidenció el enfado del Gobierno de Pekín al publicar que «la nueva información» significaba que la búsqueda intensiva en el mar del Sur de China de los primeros días no valía para nada: lo peor es que se desperdició un precioso tiempo que hubiera sido esencial para salvar a los posibles sobrevivientes. Tampoco han sabido reaccionar ante los imperdonables fallos de seguridad, como el de los dos pasajeros que viajaban con documentación falsa. A las autoridades malasias no les quedó más remedio que solicitar ayuda internacional, entre otras organizaciones al FBI norteamericano, con el que contactaron para examinar el simulador de vuelo del piloto.

La desaparición del vuelo MH370 y los alarmantes fallos de seguridad no solo han deteriorado la credibilidad del país, sino que han puesto en entredicho la eficacia de una nación con un reconocido déficit democrático y una sociedad donde el factor étnico se impone a los méritos personales.