De presa del régimen sirio a negociadora en Ginebra

Nina LARSON / Rita DAOUi GINEBRA / AFP

INTERNACIONAL

«Sentí desprecio y desafío», comenta Nura al Amir de su primer cara a cara con los emisarios de Bachar al Asad

29 ene 2014 . Actualizado a las 07:00 h.

Hasta hace poco, Nura al Amir, de 26 años, sufría descargas eléctricas en una prisión. Ahora se sienta frente a los dignatarios del régimen sirio que negocian en Ginebra con la oposición. En un salón del hotel Intercontinental, cerca de la sede de la ONU donde se desarrolla el proceso de paz, Nura al Amir recuerda su primer cara a cara con los emisarios de Bachar al Asad. «Cuando me encontré frente a los que representaban al verdugo -dijo, refiriéndose a Al Asad- fue como si viera los rostros de los asesinos, de los que bombardean y de los que torturan». «No fue fácil», agregó esta exestudiante de Literatura de la Universidad de Homs. «Sentí lo mismo que cuando estaba en la prisión ante los carceleros: desprecio y desafío», aseguró.

El 7 de enero fue elegida vicepresidenta de la Coalición Nacional, la principal organización opositora. En Ginebra forma parte de la llamada misión técnica, encargada de apoyar a los negociadores. Nura, originaria de Homs, se unió a la revolución en abril del 2011. Los bombardeos de esa época, que califica de primera «masacre», la decidieron a suspender su tesina. «Pertenecía a un grupo que trabajaba para ampliar el apoyo popular a la revolución, organizar las manifestaciones, distribuir octavillas y colocar altavoces para difundir consignas», recordó.

Esta joven suní fue arrestada en marzo del 2012 en un autobús que se dirigía a Alepo. «Subieron armados al autobús y me arrestaron», dijo. Durante los seis meses siguientes conoció tres prisiones. Luego fue condenada a tres meses de cárcel por «atentado a la autoridad del Estado y a la persona del presidente» e «incitación a las disensiones confesionales». Purgó su pena en Homs. «Me golpearon y me dieron descargas eléctricas, pero eso no fue gran cosa», afirmó. Lo que más le dolió fue la guerra psicológica contra ella con amenazas de muerte a su familia. Fue testigo de violaciones, golpes a los detenidos y el suplicio infligido a una mujer en Deraa, «que tenía marcas en todo el cuerpo porque había sido azotada y sobre todo, sometida a descargas eléctricas».

Cuando fue liberada, en octubre del 2012, su hermana de 20 años fue arrestada y torturada. Entre otros sufrió el suplicio del shabá, que consiste en suspender al detenido por las manos atadas a una polea. Su hermana fue colgada pese a verse dislocado un hombro.

Nura huyó en Turquía, junto con su hermana, pero mantuvo el contacto por Internet con sus amigos en Homs, cuyos barrios rebeldes son sitiados desde hace 600 días y donde los habitantes viven en condiciones infrahumanas. «Los padres dan somníferos a sus hijos para que olviden el hambre, los habitantes comen las hierbas», relató.

Ayer seguía sin haber acuerdo sobre la ayuda humanitaria Homs. Las negociaciones de Ginebra se interrumpieron tras la protesta de Damasco por la decisión del Congreso de EE.UU. de armar a los rebeldes moderados.

Nura al Amir sigue convencida de que el proceso iniciado puede cambiar las cosas. «Hubo una batalla pacifista, luego una batalla militar, ahora se necesita una batalla política», resumió.