Diálogo de sordos en la primera cita entre la oposición y el régimen sirio

Rosa Paíno
Rosa Paíno REDACCIÓN / LA VOZ

INTERNACIONAL

El enviado de Al Asad acusa a algunos países de tener las manos manchadas de sangre

23 ene 2014 . Actualizado a las 07:00 h.

El inicio de la conferencia de paz en Siria ayer en el lujoso hotel Montreux Palace dio idea del milagro que supondría conseguir que las partes enfrentadas acuerden parar la guerra civil. La cita suiza arrancó con un cruce de acusaciones y un diálogo de sordos entre la oposición y el régimen, aunque al final del día el mediador Lajdar Brahimi confiaba en conseguir el primer cara a cara entre insurgentes y fieles a Al Asad el viernes, día en que comenzarán ya en Ginebra las verdaderas negociaciones. Además, Rusia anunciaba progresos para sellar un alto el fuego limitado (afectaría a la región de Alepo y Homs) y un intercambio de presos.

«Ya basta. Llegó la hora de negociar». Esta fue la orden del secretario general de la ONU, Ban Ki-moon, anoche al cierre del encuentro. A primera hora tuvo que lidiar con la prepotencia con la que llegó a la cita la delegación encabezada por el ministro de Exteriores sirio, Walid Muallem. En su intervención no respetó el tiempo adjudicado de diez minutos y terminó hablando más de veinte, pese a la advertencia y el enfado de Ban. «Tras tres años de sufrimiento, tengo derecho», replicó.

Traidores y mercenarios

Muallen vendió la idea que Bachar al Asad lleva machacando desde hace meses: a Occidente le interesa más luchar junto al régimen contra el terrorismo islamista que apoyar a los rebeldes. Otra parte de su diatriba la dedicó a descalificar a los opositores, tachándolos de «traidores y agentes a sueldo del extranjero», además de terroristas de Al Qaida. «Algunos de los países presentes tienen sus manos manchadas de sangre siria», dijo desafiante, según DPA. También repitió que el futuro de Al Asad solo lo decide el pueblo sirio.

Ahmed Yarba, que preside la delegación opositora, fue breve -no pasó de los diez minutos reglamentados- y también conciso: el requisito previo para debatir una solución política es la marcha de Al Asad. También hizo un relato de las atrocidades del régimen con métodos de la Alemania nazi, mostrando las fotos del informe publicado el martes sobre las torturas y ejecuciones de 11.000 presos. Informe que, en su primera reacción, Damasco dijo que «carece de objetividad» y que las fotos son «falsas», y con la oposición reclamado una comisión internacional de investigación.

Kerry y Lavrov disienten

Al diálogo de sordos se unieron también los jefes de la diplomacia de EE.UU. y de Rusia. John Kerry defendiendo que «no hay lugar para Bachar al Asad en un gobierno de transición», y Serguéi Lavrov criticando que se reinterprete el punto del documento Ginebra I que se refiere a la formación de dicho ejecutivo de consenso.

El viernes, la oposición prevé presentar un calendario para crear ese gobierno de transición en un plazo de tres a seis meses con el fin de evitar que las conversaciones se prolonguen durante años, explicó a Reuters un delegado opositor.

En el exterior del hotel, partidarios de Al Asad se manifestaban gritando «defenderemos a Bachar con nuestra sangre» y grupos como Oxfam recordaban a las víctimas de la guerra.

José Manuel García Margallo, presente en la cita, recordó dos episodios de la historia de España que, en su opinión, pueden aportar «cierta luz al drama» sirio: la guerra civil y la transición, informa EP. Su homólogo alemán Frank-Walter Steinmeier resumió el estado de ánimo de los invitados: «No hay que esperar un milagro».