El presidente ruso se cuelga medallas

INTERNACIONAL

22 dic 2013 . Actualizado a las 07:00 h.

¿Es sorprendente la liberación de Mijaíl Jodorkovski? No si se contemplan las alternativas. Iba a cumplir su condena en pocos meses. La única manera de mantenerlo dentro era volver a condenarlo a otros diez años buscando nuevos delitos, que es precisamente lo que el fiscal general pensaba hacer. Pero esto resultaba demasiado incluso para Putin, que le ha frenado. A partir de ahí, lo lógico era que el presidente ruso intentase sacar partido a la situación apuntándose el tanto del perdón, envuelto en otros perdones, y presentado todo con un golpe de efecto en vísperas de las Olimpiadas de Invierno de Sochi. Buena manera de empezar los juegos: colgándose medallas.

Es la lógica de un sistema arbitrario, en el que la única manera de resolver los excesos es mediante nuevas arbitrariedades. Recientemente, Putin también tuvo que perdonar a otro opositor, Alexéi Navalni, después de que a la Justicia, que en Rusia es ciega en el mal sentido, se le fuese la mano en una condena por supuestos delitos económicos. No está claro si el exceso de celo es ya una rutina o si Putin y los jueces juegan al «poli bueno, poli malo, pero esa arbitrariedad preside tanto el castigo como la clemencia, que es una variante positiva de la injusticia.

¿Qué hará ahora Jodorkovski? Se sabe que cuenta todavía con una fortuna considerable en bancos extranjeros -su condena por blanqueo y fuga de divisas fue injusta por selectiva y excesiva, no necesariamente por falsa-, y algunos esperan que ponga ese capital de nuevo al servicio de la oposición a Putin. A menos que haya habido un pacto para su liberación, como lo hubo con Navalni. Significativamente, Jodorkovski ya se ha apresurado a asegurar que no intentará recuperar Yukos, su emporio petrolero expropiado tras su encarcelamiento -es la actual Rosneft-. Este era el verdadero contencioso que desencadenó la lucha a muerte entre el magnate y el Kremlin, mucho más que sus actividades políticas que, por otra parte, fueron siempre más bien conspiratorias, porque Jodorkovski no podía aspirar a ganar unas elecciones. Está demasiado identificado con la era Yeltsin y sus fortunas instantáneas a base de privatizaciones dudosas. Solo últimamente había empezado a despertar la admiración de muchos rusos por el coraje que ha demostrado al arrostrar sus diez años de cárcel con dignidad. Este sí podría ser un capital político valioso, más que el dinero que no ha hecho sino envenenar la política rusa.