El tifón Fitow deja dos muertos y más de 750.000 evacuados en China

Efe

INTERNACIONAL

CHINA DAILY

Hay alerta roja por vientos de hasta 201 kilómetros por hora

07 oct 2013 . Actualizado a las 11:30 h.

El tifón Fitow ha tocado ya las costas chinas y se encuentra a la altura de la ciudad costera de Wenzhou, en la provincia oriental de Zhejiang, donde ha dejado al menos dos muertos y ha motivado la evacuación de más de 750.000 personas por alerta roja meteorológica en el sureste del país.

Solamente en Zhejiang fueron evacuadas más de 574.000 personas y otras 177.000 fueron desplazadas en la vecina provincia de Fujian a lugares seguros, precisó la agencia oficial china Xinhua.

Según el Centro Nacional de Meteorología, el tifón número 23 que azota el gigante asiático este año tocó tierra esta madrugada cerca de la ciudad de Fuding, cerca del límite de las provincias de Zhejiang y Fujian, con vientos de hasta 201 kilómetros por hora, aunque se espera que se debilite según avanza hacia el norte.

La agencia oficial Xinhua anunció hoy las dos primeras víctimas mortales registradas por la entrada del tifón en el país, una de ellas identificada como un hombre de 55 años, llamado Ni Wenlin, que fue abatido por el viento desde lo alto de una colina costera cuando ayudaba a localizar un pesquero con el que se perdió el contacto.

El segundo también era un trabajador portuario, y según la Radio Nacional de China, solamente en Wenzhou, una de las principales ciudades comerciales del próspero este chino y origen de gran parte de la migración china hacia España, cerca de 1.200 casas se hundieron en los alrededores por los fuertes vientos.

La radio informó también de una primera víctima, aunque no precisó por ahora si se trataba de uno de los operarios portuarios o de alguien afectado por el derrumbe de las casas por los vientos, que tocaron tierra a 151 kilómetros por hora.

Algunas zonas de Zhejiang y de la vecina municipalidad de Shanghái tuvieron lluvias de hasta 29 centímetros cúbicos en las últimas horas, mientras que en Fujian, más al sureste, llegaron hasta los 16, recoge hoy el diario independiente «South China Morning Post».

Las autoridades decretaron ayer la alerta roja meteorológica ante la llegada del tifón y evacuaron a cientos de miles de personas en toda la zona.

Las fuertes lluvias también provocaron la suspensión de servicios ferroviarios como los de la red de alta velocidad que atraviesan las provincias de Zhejiang, Fujian y Jiangxi, mientras el aeropuerto de Wenzhou, uno de los principales de la zona, canceló al menos 27 vuelos sólo durante el domingo.

En el mar todos los barcos chinos cercanos fueron llamados a puerto, con más de 35.000 en Zhejiang y otros 30.000 en Fujian, y se hicieron preparativos en la costa para afrontar un aumento de las mareas.

Según las autoridades meteorológicas chinas, no es habitual que un tifón llegue a tocar tierra en el sureste de China a principios de octubre, muy al final de la época de tifones.

El Fitow, que lleva el nombre de un flor natural de Micronesia, llega a China sólo dos semanas después de que el tifón Usagi azotara la región y dejase 25 muertos en el sureste del país.

El país vivió después las consecuencias del impacto de otro tifón, el Wutip, que pasó por China hace poco más de una semana, y que ha dejado al menos 10 muertos y más de 50 desaparecidos, según el último recuento de víctimas.

En su camino hacia el gigante asiático, el Fitow también tocó la isla japonesa de Okinawa, donde no dejó víctimas mortales, aunque paralizó el tráfico aéreo y provocó cortes en el suministro eléctrico.

En la isla de Taiwán, igualmente afectada por el mismo tifón, la Oficina Meteorológica Central está asimismo en alerta, y desde el domingo fueron cancelados 103 vuelos internacionales, otros 14 se vieron retrasados, mientras que 17 transbordadores entre Taiwán y sus islas colindantes se vieron también paralizados por el mal tiempo. EFE

n sobreviviente de Lampedusa narra "el terror" de los náufragos

Lampedusa ITA

(AFP).- Incendio a bordo, gritos de pánico, caída a las aguas negras del mar: cuando recuerda el naufragio cerca de la isla italiana de Lampedusa, Alí, uno de los 155 sobrevivientes, contiene las lágrimas a duras penas.

«Estábamos cerca de la costa, a eso de las tres de la madrugada. Esperamos mucho pero nadie acudió en nuestra ayuda», dice el joven, de mirada apagada, sentado en el centro de acogida de refugiados de Lampedusa, que está abarrotado.

«Intentamos mandar señales y el capitán prendió fuego a una camiseta en lo alto del barco», recuerda Alí, que lleva puesto un chándal de color verde chillón que le pasaron al llegar.

«Cuando la gente vio las llamas, se precipitaron todos al otro lado y el barco se desequilibró. Muchos cayeron al fondo del mar. Ahí empezó el terror», cuenta.

Más de 300 personas han perecido probablemente, según las estimaciones de las autoridades, en el naufragio de este barco que se recostó el jueves antes del amanecer con unos 500 emigrantes a bordo.

«Tuve que nadar cinco horas antes de que llegaran los socorros. Mi familia y muchos amigos se encontraban en el barco. No puedo hablar de esto, es demasiado doloroso», dice Alí.

Salió de Eritrea huyendo del régimen dictatorial y dice que pagó 1.400 dólares (mil euros) por embarcar en Libia en este barco con destino a Italia después de seguir un tortuoso itinerario por el Sáhara.

En el campo de Lampedusa, se mantiene al margen, no se relaciona con otros refugiados, que también huyen de la guerra o de persecuciones. Con los llegados antes, son ahora más de mil en un centro habilitado para acoger 250.

Un grupo de parlamentarios que lo visitó el sábado calificó las condiciones de vida de los refugiados de «vergonzosas» e «inaceptables en un país civilizado».

La organización humanitaria Save the Children instó al Gobierno a evacuar inmediatamente a los 228 menores que se encuentran allí, entre ellos 40 no acompañados que sobrevivieron al naufragio.

Los refugiados están sentado en bancos verdes bajo un techo de chapa ondulada o se juntan bajo los árboles, detrás de una alambrada de espino. Residuos, colchones viejos y mantas sucias siembran las inmediaciones.

Cantos en árabe surgen del patio, donde se forman largas colas delate de las cabinas telefónicas, mientras niños hacen rebotar pelotas contra las paredes de cemento o juegan con un perro de color arena.

Los más pequeños, con los pies desnudos y pañales, miran a sus padres dormidos, mientras las mujeres hacen la colada con un cubo de agua y una manguera.

Mohammed, un sirio de 53 años que abandonó su país con su familia huyendo de los bombardeos, quería viajar a Suiza, pero tuvo que dejarlos en Egipto porque no tenían bastante para pagar los viajes hasta Europa.

«Tomé el autobús para cruzar el desierto y llegar a Libia. Era un viaje aterrador de cuatro días. Sufría porque sabía que debía hacerlo, pero dejaba atrás a mi esposa, mis dos hijas y mis dos hijos. Son muy jóvenes, necesitan a su padre», cuenta.

«Nosotros salimos huyendo del peligro en Siria, pero también me trataron muy mal en Libia, era desesperante. Cuando llamé ahora a mi familia, estaban felices de saber que seguía con vida, pero no sabemos cómo podré salir de aquí y cómo hacerles venir».

Mohammed, hombre orondo, de cabello gris, lleva once días en el centro de acogida de Lampedusa, donde le atiende el servicio médico, que funciona día y noche. «Soy diabético, lo que me hace el viaje más peligroso. Cuando salíamos de Libia, tuve que caminar con el agua hasta la barbilla, sujetando con los dientes la bolsa con mis medicinas. Resultaba terrible pensar que corría el riesgo de perderlo todo».