Torturas al son de Julio Iglesias

Miguel Lorenci COLPISA

INTERNACIONAL

Sus canciones, las de Nino Bravo y George Harrison ahogaron los gritos de las víctimas por la dictadura de Pinochet

11 sep 2013 . Actualizado a las 22:47 h.

El horror nazi aniquiló a millones de seres humanos conducidos a las cámaras de gas bajos los acordes de oberturas wagnerianas como Tannhäuser y la La cabalgata de las Valkirias. Ahora sabemos que bajo la dictadura de Pinochet los peones del militarote torturaban a sus víctimas al son de canciones de Julio Iglesias, George Harrison, Nino Bravo. A su vez los presos buscaban alivio en la música y coreaban balsámicas melodías e como Volver de Carlos Gardel, No volveré, del mexicano Pedro Infante y la Oda a la Alegría de la novena sinfonía de Beethoven.

Las canciones sonaban a todo trapo para aplacar los desgarradores gritos de los presos. Temas como My Sweet Lord, de George Harrison, Un millón de amigos, de Roberto Carlos, Libre, de Nino Bravo, Gigi l'Amoroso de Dalida, Without You de Harry Nilsson, Alone Again de Gilbert O' Sullivan y Morning Has Broken de Cat Stevens. Lo constata Katia Chornik, violinista, musicóloga, y profesora de la universidad de Manchester que investigó el uso de la música en los campos de concentración nazis antes de fijarse en los centros de tortura de Pinochet. «La dictadura no tenía Banda sonora oficial y tiraba de canciones de éxito en la época» explica.

«Varias canciones de Julio Iglesias sirvieron de cortina sonora para ahogar los gritos de las torturas o directamente para molestar a los presos» asegura Katia Chornik que estudia desde hace una década el papel de la música en los centros de detención, cárceles y campos de concentración de la tadura de Pinochet (1973-1990), de cuyo golpe de estado se cumplen ahora 40 años. La autora de «El sonido de la memoria: música y cautiverio político en el Chile de Pinochet» se entrevistó con presos de en una decena de centros que se refirieron a esas canciones.

La dictadura encarceló y torturó a casi 40.000 personas en más de un millar de recintos. Exprisioneros de nueve de estos campos constatan como «la música aún resonaba a todo volumen cuando los agentes habían cumplido su horario» y como «en el que los torturados llamaban 'la Discotheque', en la calle Irán de Santiago, el objetivo de la música era acallar los gritos de los prisioneros». Refieren la existencia de coros de presos y como músicos como Víctor Jara y Ángel Parra, hijo de Violeta Parra, compuisieron presos Canto, qué mal me sales y La pasión según San Juan, Oratorio de Navidad uno el en Estadio Chile días antes de su muerte y el otro en el campo de Chacabuco. En la técnica de tortura desarrollada por Estados Unidos en los años 50 y que pervivió en Guántanamo y Abú Grahuib en el contexto de la guerra contra el terror, se acuñó la denominada 'no-touch torture' o tortura sin contacto'. «Se sirve de música y sonidos para aturdir los sentidos y provocar la destrucción psicológica», explicó Chronik, que investigó la utilización de música en los campos de exterminio nazis ante que los de Pinochet . e tocaba mucho más de cerca la de los campos chilenos en los que mis padres estuvieron presos», explica.