Caso Snowden: Hong Kong planta cara a Estados Unidos

Dpa

INTERNACIONAL

A Washington le resultaría muy difícil apretarle las clavijas, como sí hace con otros países que tienen intereses políticos o económicos

23 jun 2013 . Actualizado a las 19:37 h.

Con la salida de Edward Snowden, la pequeña Hong Kong echó un pulso a la superpotencia estadounidense. Como con el escolar que entrega sus deberes sin estar terminados, la región administrativa especial perteneciente a China sostiene que la solicitud de detención del «traidor» no cumplía con los requisitos legales para ello. Así, el ex técnico de los servicios secretos norteamericanos gana tiempo para su huida.

Tan sólo seis minutos después de que el avión de Aeroflot con Snowden a bordo abandonara el aeropuerto hongkonés rumbo a Moscú, la agencia estatal de noticias china tildó a Estados Unidos del «mayor bellaco de nuestro tiempo». Antes de ocuparse de la extradición de Snowden, Estados Unidos debería hacer primero «borrón y cuenta nueva» en cuanto a sus ataques informáticos, instaba un afilado comentario. «Deben una explicación a China y otros países a los que han espiado.» En lo formal, es difícil acusar a Hong Kong, que se rige de forma independiente. El gobierno señaló que los documentos presentados por Estados Unidos «no cumplen totalmente con los requisitos jurídicos» y que pidió información adicional que no le fue suministrada. De este modo, «no había fundamentos legales» para impedir la salida del ex técnico de los servicios secretos, reza el escueto comunicado.

Puede que la parte estadounidense vea en la postura hongkonesa instrucciones de Pekín, pero es mucho más reveladora la última frase del comunicado: el gobierno de Hong Kong declara que está a la espera de explicaciones por parte de Estados Unidos sobre las informaciones referentes a ataques americanos a computadoras en Hong Kong. Y señala que no se relajarán a la hora de proteger los derechos de sus ciudadanos.

Las revelaciones de que los servicios secretos estadounidenses habrían «hackeado» la universidad china de Hong Kong, sede del tráfico de datos online, causaron indignación en esa metrópoli financiera asiática. Y tampoco despierta simpatías el espionaje practicado sobre Pacnet, una de las mayores empresas de fibra óptica de la región Asia-Pacífico.

Los cálculos de Snowden de dar a conocer sus revelaciones desde Hong Kong le han salido bien. Desde su devolución a China, en 1997, la ex colonia británica se administra de forma ampliamente independiente con una Constitución propia. Los siete millones de hongkoneses que viven a la sombra del sistema chino tienen una sensibilidad especial hacia las libertades civiles. No es casualidad que salieran a la calle para defender a Snowden: indirectamente, se trata también de sus propias libertades, apuntan los observadores.El ordenamiento jurídico hongkonés tiene raíces británicas y es ampliamente independiente.

Pero sobre todo, Hong Kong no es realmente un país y por ello, carece de intereses estratégicos en sus relaciones con Estados Unidos. A Washington le resultaría muy difícil apretarle las clavijas, como sí hace con otros países que tienen intereses políticos o económicos con Estados Unidos. En cuanto a la política Exterior, la única responsable es la superpotencia China, que puede apartarse elegantemente de la cuestión. Desde hace años, Estados Unidos vierte graves acusaciones sobre hackers chinos e intenta «hacerse la inocente víctima de ciberataques», señala mordazmente la agencia estatal de noticias china Xinhua. Pero las revelaciones sobre el espionaje estadounidense de las comunicaciones por Internet y el servicio de mensajes de la telefonía móvil en China ha dado la vuelta a la tortilla. «Ahora, la pelota está en el tejado de Washington», escribe Xinhua poco antes de que Snowden aterrizara en Moscú. «El gobierno estadounidense debería esforzarse más en respetar las preocupaciones de otros países.»