La maldición del segundo mandato asedia a Obama

Victoria Toro NUEVA YORK / CORRESPONSAL

INTERNACIONAL

El rostro de Obama, en el 2007 y el de ahora.
El rostro de Obama, en el 2007 y el de ahora. J. Young, K. Lamarque < / span>Reuters< / span>

Vive su «semana catastrófica» a causa de tres escándalos

19 may 2013 . Actualizado a las 07:00 h.

«Como dijo Mark Twain, la noticia sobre mi muerte fue una exageración». Así contestó Barack Obama a la pregunta de un periodista el 30 de abril cuando este le interrogó si iba a ser capaz de superar todo lo que tenía por delante. Sonrió un poco, pero fue una respuesta tensa. Ahora esa pregunta parece una especie de aviso sobre la catástrofe que se avecinaba. En los últimos días, la Casa Blanca ha vivido lo que algunos ya denominan la «semana catastrófica».

Obama no sabe disimular si las cosas no le van bien. Ya lo demostró en la campaña cuando las encuestas favorecían a Mitt Romney. Si está frustrado, se le ve frustrado. Y estos días se le ha visto frustrado, tenso y demacrado. No es para menos.

Las investigaciones sobre el atentado al Consulado de Bengasi estaban haciendo daño a la presidencia cuando estalló otro escándalo. Un informe reveló que el IRS, la Hacienda estadounidense, había realizado una especie de caza de brujas contra grupos cercanos al ultraconservador Tea Party. Cuando el país asistía anonadado a las primera, y torpe, reacción de la Casa Blanca -el presidente se había enterado por la prensa y que creía que había que investigar si aquello era cierto-, estalló una nueva bomba. El Departamento de Justicia había ordenado espiar las conversaciones telefónicas de varios periodistas de la agencia de noticias AP. De nuevo la primera respuesta fue que Obama conoció esos hechos cuando se publicó la noticia. Tres escándalos simultáneos que, lógicamente, han sido bien aprovechados por los republicanos para hacer oposición.

La sensación de que se estaba ante una presidencia fallida ha sido enorme. Hasta el extremo de que los medios han recordado lo que en EE.UU. se conoce como la maldición del segundo mandato. Obama no es el único al que se le ha complicado.

De Nixon a Bush

Richard Nixon se vio obligado a dimitir por el escándalo Watergate; Bill Clinton vivió sus horas más duras tras el escándalo Lewinsky, Ronald Reagan se vio envuelto en el follón Irán-contra y George W. Bush también sufrió la maldición con su desastrosa gestión del huracán Katrina. El historiador Michael Beschloss se preguntaba en Twitter: «Cada segundo mandato me pregunto: ¿por qué buscan un segundo mandato?».

Obama no se ha librado de la maldición. Las próximas semanas dirán si se le recuerda por esta semana o si él y su equipo consiguen superarla. Y, sobre todo, los próximos días van a ser cruciales para ver como los partidos se organizan de cara a las elecciones legislativas del 2014 y hasta qué punto van a afectar estos escándalos a la campaña.