La socialista Michelle Bachelet regresó ayer a Chile, donde se presentará a las elecciones de noviembre con la idea de intentar volver a la presidencia que dejó en 2010 como la mandataria más popular de la historia. «Me siento muy comprometida con mi país», dijo la exdirectora de ONU Mujer apenas pisó el aeropuerto de Santiago, esperada por alcaldes. Decenas de seguidores gritaban fuera de los salones VIP de la terminal: «¡Bachelet, Bachelet, presidenta otra vez!».
La reacción desde las filas oficialistas, cuyos candidatos se encuentran a 40 puntos de Bachelet en los sondeos, no fue tan entusiasta. La sometieron a un bombardeo de críticas que tenían por centro el legado que dejó la ex mandataria.
«Durante su gobierno se consumaron los abusos más grandes y la pobreza aumentó», declaró el presidente de la conservadora Unión Demócrata Independiente (UDI), el diputado Patricio Melero. Otros, como el presidente de Renovación Nacional, el senador Carlos Larraín, temen que Bachelet gire a la izquierda y «gobierne como Hugo Chávez».
La alcaldesa de Santiago y portavoz de Bachelet en el pasado, Carolina Tohá, le agradeció la decisión de volver y le prometió su respaldo. «Necesitábamos que volvieras. Estamos preparados para iniciar una nueva etapa», subrayó.
Bachelet, que evitó ser recibida por los cuestionados líderes de los partidos opositores, llega a un país sacudido por miles de protestas en los últimos tres años. Las manifestaciones, que hundieron el apoyo a los partidos de gobierno y de oposición,tienen como motivo recurrente la desigual distribución de la renta.