La derecha europea vuelve a perder un eslabón importante

leoncio González REDACCIÓN / LA VOZ

INTERNACIONAL

28 feb 2013 . Actualizado a las 07:00 h.

Los escollos para gobernar Italia que suponen la resurrección de Berlusconi y la apoteosis de Beppe Grillo no deberían ocultar un hecho igualmente relevante que se produjo este fin de semana y que ilustra bien el cambio en la correlación de fuerzas que se está produciendo en la UE. Se trata de la victoria de Bersani. A pesar de quedarse corta en el Senado y de condenarlo a una legislatura que será forzosamente precaria y conflictiva, parece formar parte y, desde luego, viene a reforzar, un movimiento pendular de más amplio alcance que está privando a la derecha europea de un enclave tras otro en el transcurso del último año y medio.

Empezó en Dinamarca, cuando la socialdemócrata Helle Thornig-Schmidt se impuso al liberal Rasmussen. Con posterioridad llegó a Francia, donde el socialista François Hollande privó a los conservadores del timón en el segundo país más importante de la Unión. En Grecia tuvieron que ir dos veces a las urnas para conseguir que Samarás pudiese bailar en la cuerda floja sobre el abismo abierto por Syriza. Poco después, el ascenso del laborista Diederik Samsom obligó al liberal Mark Rutte a compartir el poder y atemperar su programa de ajustes en Holanda. Por último, el excomunista Milos Zeman se impuso al centrista Karel Schwarzenberg en la segunda vuelta de las presidenciales checas.

Como prueba el infructuoso intento francés de aflojar la rigidez prusiana con que se aplican las reglas de austeridad, la pérdida paulatina de posiciones de la derecha no introdujo por el momento cambios sustantivos en el discurso que logró imponer cuando gozaba de hegemonía aplastante. Se debe a que los conservadores retienen los bastiones decisivos como Berlín y a que gestionan todavía las ganancias del último ciclo electoral en las instituciones europeas.

Pero la entrada en escena de Bersani, si finalmente consigue heredar el potro de tortura de Monti, puede acarrear novedades. Tanto por su extracción ideológica, como si quiere sobrevivir a una mayoría electoral contraria a los recortes, está obligado a lograr concesiones en el ritmo de disminución de los ajustes. Exigirle que prosiga con ellos como si hubieran merecido el plácet en las urnas, como han hecho algunos portavoces de la Comisión, es dejarlo sin el poco margen de maniobra que le queda.

Significa quemar la última carta con opciones de evitar el caos, precipita una convocatoria electoral de resultado más incierto y sería incomparablemente peor para la estabilidad de la eurozona que un poco de flexibilidad para echarle un capote.