La calle árabe hostiga a los islamistas

Rosa Paíno
Rosa Paíno REDACCIÓN / LA VOZ

INTERNACIONAL

Amr Abdallah Dalsh / Reuters

Tunecinos y egipcios sienten fracasada su revolución al no ver cumplidas sus demandas sociales y políticas, mientras ganan terreno los preceptos musulmanes ultraconservadores

12 feb 2013 . Actualizado a las 07:00 h.

Si hace dos años la ira de los manifestantes de la primavera árabe iba contra los dictadores, ahora su objetivo son los islamistas en el poder, acorralados por su pobre e ineficaz gestión y acusados de traicionar los ideales de la revolución. Tunecinos y egipcios sienten que su revuelta ha sido en vano, ya que no han visto cumplida ninguna de sus reivindicaciones económicas y sociales, y ahora además ven recortadas sus libertades a manos de los rigoristas del islam.

Los mismo eslóganes laicos que triunfaron en las revueltas se repiten de nuevo en las calles de Túnez y Egipto. «Pan, libertad, justicia social», «Queremos la caída del régimen». Reivindicaciones fraguadas en años de lucha obrera, bajo el ideario socialista naserista, como las huelgas en las fábricas textiles de Mahala, en Egipto, o las reivindicaciones del poderoso sindicato UGTT en los centros industriales y mineros de Túnez.

Crisis económica

Demandas como libertad, justicia, salarios dignos, soluciones a las desigualdades económicas no se han visto cumplidas. Más aún, la miseria y el paro ha aumentado. La inestabilidad política, unida a la crisis financiera en Europa, ha reducido las inversiones extranjeras y la llegada de turistas, vitales en las economías de Túnez y Egipto.

La libra egipcia ha caído a mínimos históricos frente al dólar en las últimas semanas, lo que ha aumentado el coste de la vida. Y en Túnez, la endémica tasa de desempleo entre los jóvenes sigue sin bajar del 35 %.

Los Hermanos Musulmanes en Egipto se enfrentan desde hace meses a la contestación, demasiadas veces violenta, en la plaza Tahrir y ante las sede gubernamentales. En Túnez, el asesinato del socialista Chokri Belaid, del que se responsabiliza a los islamistas de Ennahda, ha hecho saltar a una ciudadanía hastiada de no ver mejoras en su vida y de los ataques de los salafistas a intelectuales y políticos laicos. Además ha dejado al descubierto una profunda fractura en Ennahda, que ayer volvió a rechazar formar un gobierno de tecnócratas como desea su secretario general y primer ministro, Hamadi Yebali, lo que hace temer una abierta lucha por el liderazgo del país.

Algunos analistas argumenta que el fracaso de los islamistas se debe a su falta de experiencia gubernamental. Para otros, les ciega su obsesión de no perder el poder. Tanto los Hermanos Musulmanes como Ennahda prometieron copiar el modelo tolerante del partido islamista en Turquía. Pero en la práctica están permitiendo que los ultraconservadores impongan sus preceptos por la fuerza en países que se consideran bastiones del laicismo árabe.