Hollande se gana los galones de líder firme

Fernando Iturribarría PARÍS / COLPISA

INTERNACIONAL

Gracias a la guerra, el presidente francés, sumido en las cotas más bajas de popularidad, se ha transformado en jefe de Estado firme, decidido y con autoridad

20 ene 2013 . Actualizado a las 07:00 h.

A veces una guerra puede resultar providencial para un político. Es lo que le ocurre a François Hollande con el conflicto en Malí. De repente el presidente francés, sumido en las cotas más bajas de popularidad, se ha transformado en jefe de Estado firme, decidido y con autoridad.

Desterrada la imagen de hombre pusilánime, incapaz de tomar una decisión y alérgico a todo conflicto. A Flanby, el mote tomado de una marca de flan, esta vez no le ha temblado el pulso para embarcar a su país en solitario en una aventura militar en el avispero del Sahel. El bautismo de fuego ha revelado a un Hollande nuevo, desconocido e imprevisto bajo su uniforme de jefe supremo de los Ejércitos.

El general Hollande se ha ganado los galones y el respeto castrense. Inspiraba desconfianza para luchar contra los elementos aquel político blando y con perfil antibelicista, como cuando cumpliendo la promesa electoral adelantó la retirada de las tropas francesas de Afganistán. Pero en cuestión de 24 horas, dio la orden de inaugurar un nuevo teatro de operaciones en esa África francófona poscolonial de la que siempre había renegado a riesgo de caer en una encerrona tipo Sahelistán.

Como Nicolas Sarkozy, su predecesor, Hollande pertenece una generación de franceses que no ha hecho la guerra, ni la de Argelia ni la mundial. No era el caso del socialista Mitterrand ni del conservador Chirac.

A Hollande se le pronostica un efecto colateral de similares virtudes benéficas en la opinión pública. Con un reflejo francés habitual en situaciones de crisis bélica, el país ha cerrado filas detrás del jefe constitucional de los Ejércitos. El 63 % de los franceses apoyan la intervención militar, según el primer sondeo realizado tras desencadenar las hostilidades en Mali. Ironía estadística, esa cifra iguala el récord de impopularidad alcanzado solo tres días antes en el barómetro de Paris-Match.

El general Hollande ya no duerme en el domicilio que comparte en París con Valérie Trierweiler. Ahora pasa todas las noches en el Elíseo, donde ha instalado sus cuarteles de invierno. Allí celebra por las mañanas un consejo de guerra. Un gran mapa de Malí cubre la mesa del coqueto salón verde, el mismo en el que Sarkozy se casó con Carla Bruni. Haz el amor y no la guerra. Hasta ese axioma ha trastocado el líder socialista que conquistó el poder con el lema «el cambio, ahora».