Las protestas de los argentinos ponen en jaque a Cristina Fernández

Dpa

INTERNACIONAL

Cientos de miles de personas exigen soluciones a problemas como la inseguridad, la inflación y la corrupción

09 nov 2012 . Actualizado a las 21:31 h.

Las multitudinarias protestas del jueves en Argentina prendieron las luces de alarma en el gobierno de Cristina Fernández de Kirchner, al que se le pidió respuestas a los problemas más urgentes de la población, como también a la desdibujada oposición por la ausencia de propuestas alternativas.

Los cientos de miles de personas que salieron a las calles de Buenos Aires y decenas de ciudades dejaron entrever además que el mayoritario respaldo que recibió Fernández de Kirchner hace un año al ser reelegida ya muestra señales de resquebrajamiento.

La heterogénea cacerolada, sin banderías políticas y el más importante tras la crisis del 2008 con el sector agropecuario, tuvo como eje común el reclamo de cuestiones que son negadas o ignoradas desde el discurso presidencial, como la ola de inseguridad, la inflación y la corrupción.

Los manifestantes también lanzaron un mensaje de fuerte tono institucional al rechazar una reforma constitucional que habilite a Fernández de Kirchner a aspirar a un tercer período consecutivo.

«Respeto a la Constitución, no a la reforma», fue una de las consignas más reiteradas.

Fernández de Kirchner anticipó sin embargo que más allá de las protestas, no habrá cambios en su gestión.

«Si hay un sector que reclama determinadas cosas hay que ponerse al frente y decirlo claramente. Ahora, por favor, que nadie pretenda que yo me convierta en contradictoria con mis propias políticas a las que he defendido desde que tengo 16 años, en el país y en las políticas que creo y en el país que creo», advirtió a través de su perfil en la red social Facebook.

«No tenemos que pensar todos exactamente lo mismo», afirmó hoy, luego de la masiva protesta. «Lo que más enriquece a una persona, a un país, a una sociedad, es poder incluir y poder convivir y compartir, aún con los que tienen historias diferentes», aseguró Fernández de Kirchner en un acto en la Casa Rosada, sin referirse abiertamente a los cacerolazos.

El analista político Rosendo Fraga consideró en ese sentido que «el gobierno va a considerar esto como un desafío». «Mi percepción es que profundizará su política, más que cambiarla» y escuchar los reclamos, declaró.

Aceptar alguna de las demandas podría ser, según la interpretación kirchnerista, una señal de debilidad. Pero en este punto la posición del oficialismo choca con el reclamo popular. Y los analistas se preguntan cuál será el costo que deba pagar por ello.

Fernández de Kirchner aseguró en la prestigiosa Universidad de Georgetown que «si la inflación realmente fuera del 25 por ciento el país estallaría por los aires». Descalificó así no sólo los cálculos de alza de precios de consultoras privadas y organismos de algunas provincias argentinas que duplican o triplican los índices oficiales, sino también a los ciudadanos que perciben día a día la subida del costo de vida cuando salen a comprar alimentos.

«Esta es la Argentina que no queremos, la Argentina de la soberbia», expresó una mujer durante las protestas. «Queremos opinar y que nos escuchen, con la inseguridad, la inflación, así no va más», avisó otro manifestante.

En un año se celebrarán elecciones legislativas, que podrían poner en riesgo las mayorías del Frente para la Victoria (FPV, peronista) oficialista y sus aliados en ambas cámaras, y así también eventuales aspiraciones de reformar la Constitución para habilitar la re-reelección. Ya en los comicios legislativos de mitad de mandato del 2009 el kirchnerismo sufrió un revés en las urnas, del que se recuperó el año pasado cuando la presidenta fue reelegida con el 54 por ciento de los votos.

Ha sido la cacerolada más importante en el país tras la crisis del 2008

Senadores y diputados opositores firmaron además sendos compromisos de no avalar en el futuro una reforma constitucional, en un intento por bloquear iniciativas en ese sentido.

Debilitada y fragmentada, la oposición tiene un desafío todavía mayor por delante, que es capitalizar el creciente descontento social y reunirse alrededor de un candidato que pueda hacer frente al kirchnerismo.

Uno de los primeros en salir a recoger el guante que dejó la masiva protesta popular fue el jefe de Gobierno de la ciudad de Buenos Aires, Mauricio Macri.

El líder del partido de centroderecha PRO, que admite públicamente sus aspiraciones presidenciales para el 2015, afirmó hoy que «la gente lo que quiere es un gobierno ocupándose de sus temas de todos los días, que no les mienta más».

«La oposición tiene que aprender que tiene que tener propuestas concretas y tener un equipo que las lleve a cabo, porque si en 2015 quiere gobernar tiene que seguir el camino de la cercanía, el diálogo y el respeto», declaró.

El legislador radical Ricardo Gil Lavedra destacó por su parte que las protestas fueron «un ejercicio impresionante de vitalidad democrática». «Lo que quería esa gente era hacerse escuchar. Cuando desde el gobierno dicen que no hay inflación, inseguridad, crisis energética ni corrupción, la gente se indigna con eso», aseguró.

«Estas multitudes también están manifestando que no tienen un canal de representación adecuado. El reto de la oposición es representarlos», advirtió Gil Lavedra.