Desazón en cientos de miles de evacuados, un año después

Mercedes Lodeiro REDACCIÓN / LA VOZ

INTERNACIONAL

11 mar 2012 . Actualizado a las 07:00 h.

La triple catástrofe que hace un año asoló el noreste de Japón, el seísmo, el tsunami y la catástrofe nuclear, demostró que la tercera potencia mundial es tan vulnerable como cualquier otra frente a los caprichos de la naturaleza. Pero también evidenció la eficacia nipona en cuanto a la retirada de las 29 millones de toneladas de residuos que dejó el tsunami. El problema un año después sigue siendo la contaminación radiactiva en la región de Fukushima y la desesperanza de los más de 340.000 desplazados de las provincias de Miyagi, Fukushima e Iwate, las más afectadas.

El terremoto de magnitud 9, el cuarto más potente de los registrados desde 1990 y el más estudiado de la historia, que dejó 16.000 muertos y más de 3.000 desaparecidos -el de Haití del 2010 causó 220.000 muertos y 1,3 millones de desplazados- provocó la peor catástrofe nuclear acontecida después de la de Chernóbil (Ucrania, 1986).

Un año después, decenas de miles de japoneses viven en la incertidumbre. No saben si podrán volver algún día a sus casas, pues aunque se llevan a cabo labores de descontaminación, muchas son las ciudades inhabitables, y seguirán siéndolo muchos años. La población duda de la efectividad de los trabajos y se ignora dónde se almacenan los desechos.

El millón y medio de personas que han visto roto su futuro, contaminado su mar, sus tierras y sus inmuebles, se quejan de las míseras indemnizaciones que ofrece la responsable de la nuclear, Tepco, que van de 4.000 a 800 euros. Aún así son pocos las que las han recibido.

Los refugiados en los cientos de barracones temporales están desolados. Además de haber perdido seres queridos, muchos ancianos se sienten solos. No han vuelto a ver ni a sus vecinos. En los realojos no se tuvieron en cuenta las relaciones sociales de los damnificados, se queja en declaraciones a DPA, Ken Horikawa, que trabaja con supervivientes en Miyagi.

Y mientras otros lamentan la falta de trabajo, el secretario general de la oenegé Ishinomaki Revival Suport, Keita Watanabe, aseguró a Efe que el principal problema es psicológico, y que la falta de trabajo unida al aislamiento ha derivado en casos de alcoholismo, agresividad, violencia doméstica y suicidios...

Otro gran terremoto

Un vecino de Fukushima, Teiichi Sekizawa, que trabajó 25 años en la central, sabe que su vida nunca volverá a ser la misma. No trabajará nunca más en una nuclear. El accidente lo ha cambiado. «Tenemos que utilizar nuevas fuentes de energía en el futuro», aseguró a DPA. «No pedimos lujos, todo lo que queremos es una indemnización. El Gobierno ha sido extremadamente lento» en reaccionar.

Otros, más jóvenes, han pensado en emigrar a Corea del Sur. Un pastor de Fukushima, Ngato Tsuboi, visitó hace unos días con promotores inmobiliarios la isla de Jeju para comprar tierras por encargo de varios habitantes de su región, pues, un año después de la catástrofe, el miedo los persigue. Investigadores nipones han advertido del riesgo de otro gran terremoto. Y todavía hay voces como la del experto nuclear Henrik Paulitz, de la Asociación Internacional para la Prevención de la Guerra Nuclear, que sostiene que fue el seísmo, y no el tsunami, el desencadenante del accidente por las deficiencias de seguridad en la central de Fukushima.

«Es imposible descontaminar la tierra»

La crisis nuclear derivó en otra política. El primer ministro, Naoto Kan, tardó seis meses en dimitir. Su sucesor, Yoshihiko Noda, no dudó en respaldar las ambiciones exportadoras de la industria nuclear nipona. Ansias que despiertan críticas como la del profesor del Instituto de Investigación de Reactores de la Universidad de Kioto, Hiroaki Koide, quien asegura que «es imposible descontaminar la tierra». Dice que en Fukushima lo que hace el Gobierno es mover material radiactivo de un lugar a otro. Tokio no decidió dónde almacenarlo y se deposita en las montañas, en un sitio no especificado. Y, según algunos, esos contratos benefician a las grandes constructoras que ya se lucraron levantando la nuclear.