Una ola de atentados agrava la crisis entre suníes y chiíes en Irak

Rosa Paíno
ROSA Paíno REDACCIÓN / LA VOZ

INTERNACIONAL

Catorce ataques dejan cerca de 70 muertos y casi doscientos heridos

23 dic 2011 . Actualizado a las 14:14 h.

La crisis política y sectaria en la que está sumido Irak amenaza con propagarse a la calle, tras una cadena de atentados coordinados ayer Bagdad, que dejó 67 muertos y 183 heridos. Con las fuerzas de EE.UU. ya fuera del país, existe el peligro de que el frágil consenso entre suníes y chiíes acabe en un conflicto confesional.

Con once coches bomba, tres artefactos, un proyectil Katiusha y una granada de mortero, los insurgentes atacaron mercados, tiendas, escuelas, lugares públicos y edificios gubernamentales en una docena de barrios del centro y oeste de la capital, en las primeras horas del día. El ataque más mortífero ocurrió en el bullicioso barrio de Al Karrada, donde al menos 23 personas perecieron al estallar un coche bomba cerca del organismo que se encarga de la lucha anticorrupción.

Nadie se ha atribuido la autoría del hecho. Algunos analistas creen que es difícil saber exactamente quién está detrás, pero las facciones juegan con que la violencia repercuta a su favor. Otros ven la mano de Al Qaida, que busca llevar a Irak a otra guerra sectaria como la del 2006-2007.

Los atentados tienen lugar un día después de que el primer ministro, el chií Nuri al Maliki, amenazara con romper el acuerdo de reparto de poder entre chiíes, suníes y kurdos acordado con Washington. Sus declaraciones alimentan el temor a que la frágil democracia fracase y empañe lo que Barack Obama considera un logro de su política exterior. Por lo pronto, la crisis pone en evidencia la escasa influencia que EE.UU. tienen ahora en Irak.

La crisis se desencadenó tras la orden de arresto emitida el lunes contra el vicepresidente iraquí, el suní Tareq al Hashemi, acusado de haber financiado y apoyado atentados contra opositores. Su formación política reaccionó primero boicoteando las reuniones del Gobierno de unidad nacional, donde tiene ocho ministros, y después suspendiendo su participación en el Parlamento. Hashimi, refugiado en el Kurdistán bajo la protección del Gobierno autónomo, niega las acusaciones y las achaca a motivos políticos.

Los suníes acusan a Maliki de estar tratando de consolidar el control chií del país -donde son mayoría- tras la retirada de EE.UU. El líder de una de las mayores tribus suníes, Alí Hatem Suleiman, incluso acusó al primer ministro de buscar un nuevo Sadam Huseín, al abocar al país a la separación y a una nueva dictadura.

La crisis sorprendió a la plantilla diplomática de EE.UU. de vacaciones, y el embajador tuvo que regresar de prisa a Bagdad, al igual que David Petraeus, el director de la CIA y ex comandante militar en Irak. Los expertos creen que Irán puede ser una parte interesada, pero esto es una crisis genuinamente iraquí alimentada por las ambiciones políticas de sus líderes.