Muchas sonrisas, ningún acuerdo, el foso sigue ahí

Leoncio gonzález REDACCIÓN / LA VOZ

INTERNACIONAL

Merkel y Cameron mantienen visiones distintas sobre el futuro de la Unión

19 nov 2011 . Actualizado a las 06:00 h.

Más Europa, proclamó el lunes Angela Merkel en el congreso de su partido en Leipzig. Menos Europa, proponía casi a la misma hora David Cameron tras un banquete con financieros al otro lado del Canal.

Las relaciones entre el socio número uno y el socio número tres de la Unión se encuentran empantanadas en charcos económicos de apariencia insalvable, como la creación de la tasa a las transacciones bancarias que Berlín quiere imponer y a la que Londres se opone por entender que propinará un golpe terrible a la City. Pero la separación va mucho más allá. Pese a que forman parte de la misma familia ideológica, Cameron y Merkel tienen visiones sobre los pasos que debe dar la UE que ya no esconden que significan cosas diametralmente distintas para ellos.

En parte por la presión del ala euroescéptica de su partido pero, sobre todo, humillado porque los miembros de la eurozona han vetado su presencia en las cumbres sobre la divisa común, Cameron ha emprendido una cruzada de corte defensivo que incrementa la insularidad política de su país. Es la famosa «repatriación de poderes»: un intento de volver atrás en el tiempo reclamando la devolución de competencias transferidas a Bruselas. El objetivo no puede ser otro que mantener el estatuto especial que conquistó Margaret Thatcher para, de ese modo, impedir que los avances en la integración fiscal que requiere la salida de la crisis de la deuda pongan sobre su país el cartel de irrelevante.

Protectorados

La pretensión no puede ser más enojosa para Berlín porque, una vez que ha hecho hablar alemán a toda Europa, por utilizar el símil empleado por Volker Kauder, líder parlamentario de la CDU, se apresta a abrir el siguiente capítulo de su plan, que no es otro que reescribir el Tratado de Lisboa para trasladar los principios de austeridad de que ha venido haciendo uso desde que estalló la crisis.

Evidentemente, una vez que llegó hasta aquí, imponiendo protectorados fiscales en Grecia e Italia para deshacerse de los líderes electos díscolos, Alemania no se va a detener porque el Reino Unido se coloque enfrente o a la contra. Pero el coste que tendrá acometer una reforma de ese calado con la oposición británica no es desdeñable y Berlín deberá evitarlo. Trasladar a ciudadanos y mercados, en medio de la galerna, el mensaje de que los líderes políticos se enzarzan en un debate constitucional mientras no se remedia la presión sobre las primas de riesgo solo servirá para multiplicar las dudas sobre la Unión.

Como era de esperar, ambos líderes evitaron mencionar la cuestión al término de la reunión que mantuvieron ayer en Berlín. La entrevista era obligada para intentar enfriar la escalada de hostilidad nacionalista que está llevando a los británicos a resucitar los peores estereotipos sobre los vecinos germanos, y viceversa. Pero si hemos de guiarnos por las declaraciones que hicieron, da la impresión de que no han avanzado. Mejor dicho: el encuentro deja la sensación contraria. Pese a las concesiones a la diplomacia, no han conseguido dejar atrás las discrepancias. El foso sigue siendo amplio.

Muy educadamente, Angela ha vuelto a rechazar la tesis británica de que el BCE debe ampliar sus facultades para salir en defensa de la eurozona con las mismas armas de que dispone, por ejemplo, el Banco Central de Inglaterra para proteger a la libra. Muy educadamente, David se mantuvo fiel a la idea de que la falta de homogeneidad fiscal no se resolverá con mentalidad legalista, ampliando el catálogo de sanciones. Muy educadamente, los dos han dejado pasar la ocasión de acercar posiciones. Quizá es que ya no es posible, dadas las servidumbres que tienen en sus respectivas casas, o quizá es que ya no quieren hacerlo.

Berlín y Londres dejan pasar la ocasión de acercar posiciones

sobre la UE

Más información sobre la cumbre en la página 44.