Una lenta «noche de los cuchillos largos»

Miguel A. Murado

INTERNACIONAL

22 may 2011 . Actualizado a las 06:00 h.

L a detención de espías en Irán no es en sí algo nuevo. Todos los estados policiales son a la vez estados de paranoia. Pero esta última oleada de arrestos puede tener otra lectura aparte de la habitual y podría revelar que bajo la tapa de una aparente fortaleza del sistema se está cociendo un cambio. Eso sí, no un cambio democrático ni propiciado por la calle, sino más bien una lucha por el poder promovida en los despachos.

El hombre que ha ordenado estas detenciones es Heidar Moslehi, ministro de Inteligencia (en Irán, el espionaje es un ministerio entero), y es el centro de esa sorda lucha por el poder. Recientemente fue depuesto por el presidente Mahmud Ahmadineyad, que descubrió que se dedicaba a pinchar los teléfonos de los miembros de su círculo más próximo. Por orden de quién los pinchaba quedó claro cuando el líder supremo, el ayatolá Jamenei, volvió a reponerlo en su cargo saltándose la ley y declarándole de este modo la guerra a Ahmadineyad.

¿De dónde viene este conflicto? De siempre, en realidad. Ahmadineyad, al que en Occidente se suele presentar erróneamente como la quintaesencia de la nomenclatura iraní, en realidad llegó a la presidencia con un programa populista que aunque no era democrático sí era reformista. Sobre todo, durante su mandato ha intentado centralizar el poder en el Gobierno, que en Irán tiene poco frente a los otros grupos fácticos, como el líder supremo, el Consejo de Guardianes o incluso el Parlamento. Para ello, se apoyó en su jefe de gabinete, el polémico Esfandiar Rahim Mashaei, que ha llegado al extremo de promover una nueva variedad del islam chií en una clave más laica y nacionalista. Ni que decir tiene que Mashaei se ha convertido en la bestia negra de los conservadores y de los ayatolás, que lo consideran simplemente un hereje.

La inestabilidad política de los últimos años y la necesidad de llevar a buen puerto el programa nuclear iraní impusieron una tregua, pero ya se ha terminado. Por orden de los ayatolás, los servicios secretos de Moslehi están llevando a cabo lo que podría llamarse una «noche de los cuchillos largos» a cámara lenta, deteniendo uno tras otro a los colaboradores más estrechos de Ahmadineyad bajo la acusación de «desviacionismo». El último cayó ayer: Kazem Kiapasha, uno de los sus asesores principales del presidente. Todo indica que al menos algunos de entre la treintena de supuestos «espías norteamericanos» detenidos también ayer son hombres de Ahmadineyad, puesto que ostentaban puestos en el servicio exterior.

El círculo se cierra ahora en torno a Mashaei. Su defenestración, que muchos ven inminente, forzaría la caída de Ahmadineyad. Otra variante de la «primavera árabe», solo que no será ya en primavera ni en un país árabe ni traerá necesariamente más libertad.