Barroso intenta apagar el incendio provocado por Reding al comparar a Francia con la Alemania de Hitler

Juan Oliver BRUSELAS/LA VOZ.

INTERNACIONAL

16 sep 2010 . Actualizado a las 02:00 h.

Al presidente de la Comisión Europea le tocó ayer moverse en el alambre para mantener un complicadísimo equilibrio entre su obligado papel de guardián de los derechos civiles de los europeos y la necesidad de cerrar la grave crisis abierta con Francia por las expulsiones de gitanos. Barroso manifestó pública y expresamente su apoyo a su vicepresidenta y comisaria de Justicia e Interior, Viviane Reding, que el martes anunció la apertura de un expediente al Gobierno galo tras calificar de vergüenza las deportaciones. El jefe del Ejecutivo comunitario aseguró que esa propuesta cuenta con su apoyo, pero apeló al diálogo y a la «buena disposición» del Gobierno galo para evitar que el expediente derive en una denuncia ante el Tribunal de Justicia de la UE.

Además, trató de quitar hierro a la insinuación de Reding de que las medidas adoptadas por Francia solo son comparables a las deportaciones masivas de judíos en la Alemania nazi, unas declaraciones que han caído como una afrenta en un país que se autoconsidera, precisamente, la tumba del nazismo. «Alguna de las expresiones usadas en el calor del momento puede haber provocado un malentendido. La vicepresidenta no quería establecer ningún paralelismo entre lo que pasó en la Segunda Guerra Mundial y el presente», dijo. Lo cierto es que de las palabras de Reding el martes («Pensaba que tras la Segunda Guerra Mundial Europa no volvería a contemplar una situación como esta») no puede deducirse otra intención que subrayar tal comparación.

Por si fuera poco, el comisario francés, Michel Barnier, encargado de la cartera de Mercado Interior a propuesta de Sarkozy, pero obligado por su cargo en Bruselas a defender la aplicación de la normativa europea que prohíbe las deportaciones masivas basadas en criterios de raza, sea quien sea el país que la vulnere, olvidó ayer tal circunstancia y se posicionó airadamente del lado de su Gobierno. «Hay que evitar polémicas sin sentido y ciertos paralelismos históricos. Espero que [Reding] recupere la serenidad», advirtió Barnier, cuya postura amenaza también con abrir una brecha en la propia Comisión.