Villepin reta a Sarkozy

Fernando Iturribarría

INTERNACIONAL

Anuncia la creación de un partido para servir de alternativa conservadora al Elíseo.

25 mar 2010 . Actualizado a las 21:38 h.

Con Nicolas Sarkozy, su rival doméstico, contra las cuerdas por el batacazo electoral de las regionales, Dominique de Villepin salió ayer al centro del ring político francés para prometer combate dentro de dos años por el título del Elíseo. El hombre que plantó cara al frente de las Azores en la guerra de Irak, libra ahora batalla solitaria, sin dinero ni militantes, contra el adversario empeñado en colgarlo de un gancho de carnicero por la conspiración del 'caso Clearstream'.

El último episodio del duelo fratricida en la derecha francesa tuvo lugar en los locales del Press Club abarrotado por unos 200 periodistas, muchos extranjeros. Recién llegado de un viaje de quince días a China, que le ha permitido asistir desde la muralla a la victoria por SarK.O. de la izquierda en las urnas, Villepin aprovechó el ambiente funerario en la familia conservadora para presentarse como el recurso providencial de cara a las presidenciales del 2012.

«He decidido crear un movimiento político, libre e independiente, abierto a todos, superador de las divisiones partidistas que podrá reunir todas las buenas voluntades», anunció la nueva alternativa a Sarkozy por la derecha. El bautizo de la criatura, todavía sin nombre, será el próximo 19 de junio, al día siguiente del 70º aniversario del llamamiento del general De Gaulle a la resistencia contra el ocupante nazi, fecha fundacional del gaullismo, ideario del que se reclama elheredero político de Jacques Chirac.

El invento tiene como finalidad dotarse de una estructura jurídica capaz de organizar una campaña electoral y, sobre todo, recaudar fondos. El actual Club Villepin, una peña con 15.000 simpatizantes y agitadores por Internet, es una asociación civil que puede recibir donativos de personas morales como las empresas.

El nuevo partido también podrá recolectar el codiciado maná de las donaciones de particulares.

Ante un auditorio de incrédulos, Villepin negó la mayor. «Yo no estoy aquí para defender una ambición personal sino una visión y un proyecto», proclamó con un aplomo digno de mejor causa. «Cada cosa a su tiempo», apostilló el político de carrera digital, hecha a toda a dedo pues nunca se ha enfrentado al sufragio universal.

En los corrillos posteriores, sus apóstoles se encargaron de predicar la letra pequeña. «No es la hora de las candidaturas, pero por supuesto que la elección presidencial está en el punto de mira», reconoció el diputado François Goulard, uno de los contados hombres del neo-presidenciable.

En el grupúsculo de villepenistas acaba de causar baja el parlamentario Georges Tron, recién ingresado en el círculo de los lugartenientes desaparecidos al haber aceptado entrar en el Gobierno con el mini-ajuste improvisado por Sarkozy tras el descalabro electoral. «Ha hecho una elección personal, que no es la mía, pero le guardo toda mi estima», zanjó condescendiente el campeón del antisarkozysmo de derechas.

Villepin, sin citar nunca a Sarkozy, desarrolló toda una moción de censura a la gestión de su mejor enemigo. Habló de las reformas desperdigadas, la distribución de millones, la política en acordeón, los debates polémicos, las iniciativas divisorias... Y confesó su «muy fuerte nostalgia de otros tiempos en los que la voz de Francia estaba por encima». Por ejemplo, la época en que un ministro de Asuntos Exteriores clamaba en el Consejo de Seguridad de la ONU entre los tambores de guerra en el Golfo.