Londres y Dublín echan mano de Hillary Clinton para mediar en la crisis del Úlster

Imanol Allende

INTERNACIONAL

27 ene 2010 . Actualizado a las 02:00 h.

La ausencia de avances en el castillo norirlandés de Hillsborough, donde los primeros ministros del Reino Unido e Irlanda, Gordon Brown y Brian Cowen, continuaban ayer negociando con los líderes unionista y republicano una salida a la crisis política que ha paralizado la actividad de la Asamblea del Úlster, podría obligar a que Washington medie una vez más en la reciente historia de Irlanda del Norte.

Como demostración de las dificultades, los dos premieres anunciaron ayer que habían despejado sus agendas para dedicar las próximas horas a alcanzar un acuerdo. Además se discutió-por requerimiento del Sinn Féin- la mediación de la secretaria de Estado de EE.?UU., Hillary Clinton. Ayer mismo Brown llamó por telefoneó a Clinton para informarle sobre la crisis.

Las conversaciones no son sencillas, los enfrentamientos entre el Partido Unionista Democrático (DUP) y el Sinn Féin por el traspaso de poderes en Justicia e Interior, son antagónicas y amenazan con la salida de los nacionalistas católicos del Gobierno de coparticipación, lo que obligaría a unas elecciones, que según los sondeos ganaría el Sinn Féin.

Diferencias

En un tono más positivo que el día previo, el líder del DUP, Peter Robinson, no quiso hablar de callejón sin salida en las negociaciones. «No puedo decir que no se vaya a producir un acuerdo, ya que vamos a sentarnos a la mesa hasta que lo alcancemos», indicó el líder unionista.

El Sinn Féin quiere que el paso de competencias ocurra lo antes posible, pero el DUP considera que debe llegar tras lograrse «la confianza de la comunidad». Para los unionistas esa confianza pasa por la suspensión de la Comisión de Desfiles, organismo que prohíbe las marchas protestantes de la Orden de Orange más polémicas su paso por los barrios católicos. The Times especulaba con una solución temporal a modo de acuerdo redactado con la suficiente ambigüedad como para permitir que Robinson y Martin McGuinness, el número dos del Sinn Féin, lo firmen, retrasando la conclusión de una solución definitiva durante varios meses y así poder controlar la crisis hasta después de las elecciones generales británicas.