Los opositores se encaran por vez primera con los represores

N. M.

INTERNACIONAL

28 dic 2009 . Actualizado a las 02:00 h.

Si algo sorprende a un observador en las calles de Teherán los días de manifestación es el pavor que los iraníes sienten por los basiyíes. «No bajes por ahí, que vienen los hezbolahis y los basiyíes», advertía una mujer a su acompañante mientras emprendían una alocada carrera calle Shirazi arriba. Detrás aparecían una veintena de esos voluntarios cantando soflamas religiosas. Ni cortos ni perezosos se reagruparon en la confluencia con la avenida de Italia e increparon a la gente que se encontraba en los alrededores.

Apenas cinco minutos antes una carga había dispersado a varios cientos de manifestantes que coreaban eslóganes contra el líder de la revolución. Los componentes de una cofradía en la propia calle Shirazi, que ayer celebraban el día de la Ashura, tardarán en olvidar lo sucedido. Los tubos fluorescentes que enfocaban los pasos y que iluminaban la entrada a la capilla sirvieron como improvisadas armas defensivas para los manifestantes, que no dudaron en hacerlos estallar frente a los milicianos.

Por primera vez desde las protestas del pasado junio, los opositores al régimen se han encarado de forma generalizada con las fuerzas de seguridad. La escalada de la violencia con que las fuerzas del orden han ido presionando a la sociedad parece haber colmado el vaso de una población ansiosa de cambios.

«Revolución, libertad, República Iraní», se coreaba ayer a lo ancho y largo del centro de Teherán. Atrás quedan ya las invocaciones a Dios o los deseos impersonales de «muerte al dictador». Ahora esa rabia se canaliza en nombres propios: «Muerte a Jamenei», «Muerte a Ahmadineyad», brotaba incesantemente de la boca de cientos de personas que desde las aceras jaleaban a los conductores que con sus coches bloquearon el centro de la ciudad.

La fuerza de las bocinas no podía acallar de todas formas los gritos de los opositores que escapaban de los basiyíes. Columnas de humo, procedentes de los contenedores de basura en llamas, cegaban la vista de las personas que se veían atrapadas entre dos grupos de policías, y aún así persistían en sus reclamaciones.