La oposición reformista vuelve a las calles contra el régimen iraní

Nolo Mariño

INTERNACIONAL

Los campus de Teherán amanecieron tomados por cientos de agentes antidisturbios y milicianos paramilitares

08 dic 2009 . Actualizado a las 02:00 h.

El miedo del régimen islámico a sus propios ciudadanos volvió a sentirse ayer en las calles del centro de Teherán. Desde primera hora de la mañana, cientos de policías antidisturbios y de milicianos paramilitares tomaron los alrededores de la Universidad de Teherán y otros centros de enseñanza superior para reprimir las manifestaciones convocadas por la oposición con motivo del Día del Estudiante.

Jóvenes simpatizantes de Mir Hossein Musavi aprovecharon la jornada festiva del 7 de diciembre para renovar sus protestas, a pesar de las prohibiciones oficiales. Los agentes usaron porras y gases lacrimógenos para dispersarlos. Según la televisión nacional, hubo dos detenidos, pero otras fuentes hablan de diez arrestados tras los choques que se produjeron en el entorno de la plaza de Vali-e Asr.

Las manifestaciones, convocadas por las plataformas opositoras a través de diferentes webs, y en las que habrían participado miles de personas, pretendían ser muestras de apoyo a las protestas organizadas por los estudiantes dentro de los campus de las principales ciudades del país. Las universidades conmemoraban la muerte, en 1953, de tres estudiantes en una marcha antiestadounidense.

Con ese pretexto, la oposición convocó a sus seguidores en la calle Enqelab, delante de la puerta principal de la Universidad de Teherán, el punto del que partía la marcha oficial por la parte interior del recinto.

Grandes andamios cubiertos de carteles de más de tres metros de alto, escritos con invocaciones religiosas, impedían la visión del campus universitario desde esa avenida. Los estudiantes suelen colgar pósteres de protesta en la parte interior de las vallas que rodean el recinto en los que expresan su descontento. Los andamios los eclipsaron esta vez por completo. No así a los policías antidisturbios, que se camuflaban detrás de ellos dispuestos a entrar en acción a la menor provocación.

La policía tiene prohibido por ley entrar en los centros estudiantiles, lo que convierte a los diferentes campus en un territorio casi seguro para las protestas. Sin embargo, esta vez distintos testimonios recogidos por agencias de prensa extranjera hablaron de la presencia de varios cientos de estudiantes adscritos a la milicia Basij dentro del principal centro universitario de Teherán. A las doce del mediodía, en una de las puertas laterales, miembros de las fuerzas de seguridad solicitaban la identificación a toda persona que quisiera acceder al interior, además de los propios vigilantes de la Universidad que lo hacen de forma rutinaria.

Primeras cargas

Poco después comenzaron los primeros roces. Las cargas de los antidisturbios buscaban las cabezas de los que coreaban «muerte al dictador» o «muerte a Jamenei», en referencia al líder supremo de la revolución islámica. Para amplios sectores de la población iraní, el apoyo de Jamenei al presidente Mahmud Ahmadineyad tras las elecciones presidenciales del pasado 12 de junio, calificadas de fraudulentas por la oposición, le ha hecho perder su figura de árbitro en los asuntos políticos del Estado.

Uno de sus más fieles aliados en el clero que dirige el país, el ayatolá Ahmad Janati, jefe del Consejo de Guardianes, había advertido a los estudiantes de que se abstuvieran de realizar protestas. «El 16 de azar [7 de diciembre] es el orgullo de nuestras universidades, porque marca las protestas contra la presencia de Estados Unidos... así que tenemos que seguir en esa dirección», dijo Janati durante su sermón en la propia universidad el viernes. «El movimiento estudiantil, por naturaleza, es antiarrogancia [arrogantes son las potencias occidentales en el lenguaje político de la república islámica] y antiestadounidense, por lo que debemos abstenernos de hacer cualquier cosa que complazca a Estados Unidos», concluyó el ayatolá.

«Es muy grave lo que están haciendo con nosotros», explicaba Alí al ver las cargas de los milicianos desde la ventana de su despacho de una importante editorial en la propia calle Enqelab. «Para nosotros, está ya más que claro que quieren doblegar a la juventud? y somos el futuro del país», se lamentaba a sus 28 años y sin un porvenir claro a pesar de sus cuatro idiomas, un trabajo de responsabilidad y un sinfín de títulos académicos en Irán y Europa.