Berlín, capital de la libertad 20 años después

Úrsula Moreno

INTERNACIONAL

Unas cien mil personas y los líderes de las cuatro potencias reafirmaron con su presencia la trascendencia histórica del aniversario

10 nov 2009 . Actualizado a las 11:05 h.

La Alemania de hoy no es ese cuarto Reich del que hablaba Margaret Thatcher, o esa bestia dormida que temían sus vecinos hace 20 años, cuando cayó el Muro. Es un país que ha encontrado su sitio en el escenario internacional y ha normalizado sus relaciones internacionales. Si no, ¿cómo se explica que Berlín reuniera ayer a casi todas las personalidades del mundo occidental para celebrar la caída del telón de acero, el fin de la guerra fría y una nueva Alemania, reunificada?

Plácido Domingo entonó frente a la puerta de Brandemburgo la canción Die Berliner Luft, Luft, Luft , a las órdenes del maestro argentino-israelí Daniel Barenboim. El presidente galo, Nicolas Sarkozy, su homologo ruso, Dimitri Medvédev, la secretaria de Estado norteamericana, Hillary Clinton, y el premier británico, Gordon Brown, en representación de las cuatro potencias aliadas, que obligaron a la Alemania nazi a capitular en 1945, pronunciaron históricos discursos. Emulaban quizá las palabras de John F. Kennedy («Yo también soy berlinés», 1963) o de Ronald Reagan («Derriba el muro», retaba a Mijaíl Gorbachov en 1987) en el Berlín dividido por 165 kilómetros de hormigón durante casi tres decenios.

Los grandes anfitriones: la reelecta canciller Angela Merkel y el regidor de Berlín, Klaus Wowereit. «Sin la ayuda de Estados Unidos y Gran Bretaña no hubiera sobrevivido Berlín occidental», recordó un soberano Klaus Wowereit, el alcalde-gobernador de la capital alemana, en alusión al puente aéreo que sorteó el bloqueo del Ejército Rojo en 1948 durante el punto álgido de la guerra fría. Y extendió las gracias a todos los presidentes estadounidenses.

Ausentes

Los grandes ausentes: el ex canciller Helmut Kohl, promotor de la reunificación alemana, por motivos de salud; y Barack Obama, que, no obstante, habló por sorpresa a los 100.000 berlineses, alemanes y ciudadanos de mundo, que sufrieron ayer las inclemencias del tiempo en Berlín, en un mensaje por vídeo que presentó Clinton.

Alemania se erigía ayer en abanderada de la libertad con mayúsculas. La imperturbable cortina de lluvia no logró empañar la trascendencia histórica de este aniversario. El mensaje fue unánime: de agradecimiento a los germano orientales que salieron a millares a las calles de Leipzig y Berlín para exigir mayores libertades, de agradecimiento a la URSS, Polonia y Hungría que, por este orden, fueron abriendo grietas en la cortina de hierro antes de la caída de su máximo símbolo, el muro de Berlín.

La mandataria germana, que nació en Hamburgo pero creció en la extinta República Democrática Alemana, y que tenía 35 años cuando cayó el Muro, calificó ayer aquella fecha del «día más feliz» de su vida. La anfitriona agradeció a todos los que hicieron posible aquello que parecía imposible y que convierte el 9 de noviembre «en un día de fiesta, no solo para Alemania, sino también para toda Europa». Detrás de ella, los representantes de los 27 Estados miembros de la UE, entre ellos, José Luis Rodríguez Zapatero.

Horas antes, Merkel había regresado al punto donde vio caer el Muro hace 20 años. Cruzó simbólicamente el checkpoint del puente de Bornholm, que sobre las once y media de la noche de aquel día de 1989 fue el primero de los siete puntos fronterizos de la capital que levantó las barreras. A las doce de la noche, las masas cruzaban la puerta de Brandemburgo.

Aún pendiente

«La reunificación no ha terminado», señaló Merkel, que instó a que se equiparen las condiciones de vida en «las dos» Alemanias. El presidente Köhler recordaba como durante casi tres décadas los orientales no podían acercarse al Muro y el 9 de noviembre bailaron sobre él.

El espectáculo terminó cuando con el derribo simbólico del Muro de dominó (un millar de piezas de más de dos metros de altura decorados por artistas y jóvenes de todo el mundo), que desde el sábado recorren el viejo trazado de la franja de la muerte. Fue el ex presidente polaco y líder de Solidaridad, Lech Walesa, el encargado de dar ese empujón simbólico a la caída del comunismo en Europa.