La trastienda de la política iraní

Miguel A. Murado

INTERNACIONAL

Detrás de la actual revuelta poselectoral está la batalla que libran desde la fundación de la República islámica dos viejos enemigos: Jamenei y Rafsanyani

17 jun 2009 . Actualizado a las 02:00 h.

En todos los comercios del bazar de Teherán hay una trastienda donde vendedores y clientes arreglan sus tratos. También la política iraní tiene su trastienda, esencial para comprender la crisis política que se ha desatado. Mientras los jóvenes gritan en la calle su frustración y sus deseos de reforma o de libertad, en la trastienda del régimen regatean dos ancianos poderosos: Alí Jamenei y Alí Akbar Hashemi Rafsanyani. Los dos son clérigos, los dos conservadores y los dos padres fundadores de la república islámica. Pero se odian.

Este conflicto entre turbantes negros viene de los inicios de la revolución islámica, cuando tanto Jamenei como Rafsanyani formaban parte del círculo personal del ayatolá Jomeini. Para desesperación de Rafsanyani, antes de morir Jomeini eligió a Jamenei para sucederle como líder Supremo. Rafsanyani, que consideraba a este un advenedizo y un ignorante, se convirtió en su enemigo mortal.

Rafsanyani tuvo que conformarse con la presidencia del país, un cargo que en Irán es menos importante que el de Líder Supremo. Él supo sacarle partido, sin embargo, lanzando una liberalización económica y acorralando a Jamenei hasta convertirle casi en una figura decorativa.

Pero el mandato de Rafsanyani terminó envuelto en sospechas de corrupción, justificadas quizá, por cuanto que salió de allí convertido en el hombre más rico del país.

La decepción de los más desfavorecidos con su Gobierno y con el de su sucesor y protegido, Jatamí, fue lo que hizo que en el 2005 arrasase en las elecciones Mahmud Ahmadineyad, un fanático y espartano ex combatiente detrás del cual no era difícil ver la mano vengativa del líder supremo Jamenei.

Regreso a la esencia

En estas elecciones presidenciales, los viejos enemigos han vuelto a enfrentarse a cara de perro. Jamenei cuenta con el apoyo del Ejército, la policía religiosa, los ayatolás integristas, los campesinos, los pobres de las ciudades y los que han sufrido más la guerra. Su programa es el regreso a las esencias de la revolución islámica, es decir: una sociedad más represiva y más austera en lo económico.

Rafsanyani, en cambio, está detrás de una coalición heterogénea, que engloba a muchos clérigos conservadores, a los comerciantes preocupados por la catastrófica gestión económica de Ahmadineyad y a los estudiantes y jóvenes urbanos que quieren libertad. Todos ellos están representados por un candidato apropiadamente contradictorio, Mir Huseín Musavi, antiguo ultraconservador convertido en reformista, viejo enemigo de Rafsanyani (fue este quien lo destituyó como primer ministro) pero ahora financiado por él. No es nada nuevo: en los regímenes totalitarios la oposición hace extraños compañeros de cama.

¿Quién ganará el pulso? Jamenei cuenta en principio con el músculo del Estado (la policía, el Ejército), pero Rafsanyani tiene de su lado al bazar, la universidad y no pocos clérigos que odian a Jamenei.

Y luego está la calle de Teherán, que no controla ninguno de los dos contendientes, y que en cualquier momento puede dar un vuelco inesperado a la situación.