Generación Columbine

Tatiana López

INTERNACIONAL

Cuando se cumple el décimo aniversario de la matanza estudiantil, las leyes para el control de armas en Estados Unidos siguen siendo insuficientes

20 abr 2009 . Actualizado a las 02:00 h.

El 20 de abril de 1999, dos adolescentes de Colorado, Eric Harris y Dylan Klebod, entraron en la librería de su instituto armados hasta los dientes y segaron trece vidas. La tragedia, que se conoció como la masacre de Columbine, inspiró años más tarde a otro estudiante, Seung-Hui Cho, para matar a 32 compañeros, esta vez en la Universidad de Virginia Tech. Considerada como la mayor masacre estudiantil de la historia, la acción de Hui Cho también fue la única capaz de poner en jaque al sistema de venta de armas en el país de las libertades.

Sin embargo, en el mes en que se cumple el décimo aniversario de la matanza de Columbine y el segundo de la de Virginia, las leyes para el control de armas estadounidenses siguen siendo insuficientes, como lo demuestra la escalofriante estadística que revela que desde el pasado mes de marzo al menos 60 personas han perdido la vida por culpa de un arma de fuego. Tras los recientes acontecimientos vividos en las dos últimas semanas, y cuando tres pistoleros con licencia de armas dejaban un rastro de 30 cadáveres, la mayoría de ellos a causa de un ataque a un centro de emigrantes en el estado de Nueva York, la necesidad de tomar medidas urgentes ya se ha convertido en un clamor al norte del río Bravo, donde la venta de armas ha alcanzado máximos históricos desde principios de año.

Suben las ventas de armas

Según datos aportados por la consultora SportonSource, una firma especializada en la distribución de armas deportivas, la venta de pistolas en el país de las libertades ha subido casi un 40% solo en el último año. Para explicar este fenómeno, los expertos señalan varias causas, aunque dos se perfilan como las principales. Por una parte, la fuerte crisis económica que desde hace meses sacude al país ha llevado a muchos estadounidenses a temer un incremento de la criminalidad, un miedo que habría conseguido incluso dejar sin municiones a varios estados. Por otro, la promesa electoral de Barack Obama de limitar el uso de las pistolas semiautomáticas, una de las preferidas por los usuarios de armas, hizo que solo en el mes de noviembre se elevasen las ventas de este modelo en un 42%, un índice sin precedentes.

Que los demócratas y las balas nunca se han llevado bien no es, sin embargo, una novedad. En 1994, el entonces presidente Bill Clinton impuso serias restricciones a la venta de rifles automáticos, una ley que George W. Bush dejó expirar bajo su mandato. Aunque en los últimos meses también Obama ha mostrado su predisposición a una mayor regulación, especialmente después de que países como México acusaran a las armerías estadounidenses de abastecer a los narcotraficantes de la frontera, la reciente oposición de 65 demócratas de la Cámara de Representantes a aprobar nuevas restricciones en el control de armas parece haber aplacado el ánimo del demócrata.

Armas para todos

Por si fuera poco, ante esta aparente apatía mostrada por el presidente estadounidense, muchos estados del país trabajan estos días para flexibilizar aún más el uso de armas en público. Así ocurre en Tejas, donde los senadores pueden llevar revólver a las sesiones, y que pronto podría aprobar una ley que permita a todos los funcionarios llevar sus pistolas al trabajo, siempre y cuando las dejen cargadas en el coche. También en Tennessee, un nuevo proyecto de ley pretende levantar la prohibición que impide entrar con armas en parques naturales, mientras que Arkansas estudia autorizar las pistolas en las iglesias.

De las propuestas de los últimos meses, la más sorprendente ha sido la de un senador tejano, que pide que se legalice el uso de pistolas en los campus universitarios. Es la otra cara de la tragedia; diez años después aún se cree que todo podría haberse evitado si los profesores hubieran estado armados.