La inseguridad agita Argentina

Arturo Lezcano

INTERNACIONAL

Gritos a favor de la pena de muerte en una manifestación en la que se repitieron las críticas al Gobierno y a la Justicia

20 mar 2009 . Actualizado a las 02:00 h.

Julia Altamira sostiene un cartelón con una foto gigante y una frase solitaria: «Justicia». La pide para su hijo, un mensajero que cayó asesinado en septiembre del año pasado al norte de Buenos Aires. «Seis meses después hay un detenido, menor, pero otros seis identificados siguen en libertad».

Frente a la Casa Rosada, Julia comparte espacio con Miriam, otra madre con cuatro hijos que sostiene también un cartel: «En esta democracia trucha [falsa] se roba y se mata». Cuando se le pregunta qué le ocurrió a su familia, contesta: «Nada, todavía, pero viendo casos tan cercanos, vivo con el corazón en la boca desde que mis hijos salen de casa hasta que vuelven».

Las dos madres, la víctima y la que se siente amenazada, representan el grueso de las diez mil personas que acudieron a la plaza de Mayo, de Buenos Aires, para reclamar que se ataje la inseguridad, primera preocupación para los argentinos y núcleo de un debate avivado por la escalada criminal que afectó en las últimas semanas a personajes relacionados con la farándula: cuál debe ser la pena máxima para el delito y la política oficial de seguridad.

Para rebajar el tono en un año electoral, las manifestaciones convocadas en Argentina prescindieron de políticos en los estrados de oradores, aunque en la plaza de Mayo no se borraron las críticas al Gobierno. Intervinieron miembros de las cuatro iglesias más representativas del país, la católica, la judía, la musulmana y la evangélica. Mientras el sacerdote Guillermo Marcó apagaba algunos gritos a favor de la pena de muerte con llamadas al amor frente al odio, el rabino Sergio Bergman, de verbo mucho más encendido, recogía las mayores ovaciones: «No entendemos cómo el mal lo puede hacer tan bien y el bien lo hace tan mal», declamaba desde el escenario.

En la marcha afloraron carteles que demuestran la complejidad del fenómeno. Los más repartidos, «Basta de inseguridad», pero también se veían los que pedían una rebaja en la edad penal, «Los niños con armas no son niños», y los directos al Gobierno y las instituciones, «Policía corrupta» y «Cristina, bájate del helicóptero». Y coronando, el lema más repetido: «No siempre le va a pasar a los demás».

Para muchos, esa última es la razón de concentrarse en una plaza que históricamente ha albergado todo tipo de protestas. Lo curioso es que en este caso el motivo que ocupaba la escenografía habitual de las madres de Mayo, aunque preocupa a toda la sociedad, también la divide por el color político y la vehemencia de las demandas. Así también se vio en otra concentración frente a la quinta presidencial, en el acomodado barrio de Olivos, que acabó en incidentes de los manifestantes contra la policía que custodiaba la residencia de la presidenta.

«En este país se habla mucho de derechos humanos, pero es a todos nosotros a quienes nos los están sacando cada día», dice un trabajador de una oficina que se acercó a la plaza. «Yo no estoy de acuerdo con la pena de muerte, pero son los delincuentes los que nos la aplican a nosotros», añade su compañero, que vuelve sobre lo dicho: «Mientras los delincuentes ganan la calle, nosotros vivimos encerrados».

Y de fondo, sempiterno símbolo argentino, el ruido de un cucharón contra una cacerola.